Limón & vinagre

Greta Thunberg: La activista justiciera

La activista justiciera

La activista justiciera / RUSSELL CHEYNE

Jorge Fauró

Jorge Fauró

La historia es formidable. Un exluchador británico, exconcursante de Gran Hermano, misógino y negacionista, se mete él solo en un lío publicando en redes una imagen junto a un deportivo de alta gama y desafiando a Greta Thunberg (Estocolmo, 19 años) a que le dé una dirección de correo donde enviarle fotografías de toda su flota de vehículos contaminantes. Energiadepenepequeño@buscatelavida.com, le contesta la activista medioambiental. Herido en su orgullo de macho (si hacemos caso a la sabiduría popular, un tipo que presume de coches de alta cilindrada está retando a otros a dilucidar quién la tiene más grande), Andrew Tate, que así se llama el bufón, responde entre burlas a través de un vídeo, puro en mano y pecho entreverado a través de una bata de boatiné. Disimula la humillación encargando unas pizzas, en cuyas cajas de cartón se aprecia el establecimiento de Bucarest donde han sido compradas. Buscado por tráfico de personas, violación y por realizar y difundir vídeos pornográficos con menores, su localización es cuestión de minutos y acaba detenido junto a su hermano. Ambos siguen en prisión. Momentos después, Greta Thunberg escribe en Twitter el corolario de esta rocambolesca fábula con moraleja: «Esto es lo que pasa cuando no reciclas tus cajas de pizza».

El episodio ha devuelto a Thunberg al primer nivel de la actualidad tras meses de perfil bajo y opacada por actuaciones más radicales de otros jóvenes que, como la activista sueca, opinan que los gobiernos no están haciendo todo lo necesario para salvar el planeta. A Greta, sin embargo, nunca le hizo falta embadurnar de pintura una obra de arte, a pesar de que algunas de sus puestas en escena resultaron ser más extremas que el hecho de adherirse con pegamento a los marcos de las majas de Goya.

Después de una campaña en Suecia de huelgas medioambientales escolares que la alejaron de los estudios y tras su aparición estelar en 2018 ante las Naciones Unidas, el fenómeno Greta se disparó con los Fridays for future, protestas semanales contra la devastación del planeta que adquirieron carácter internacional. Diagnosticada de síndrome de Asperger, joven, mujer y demasiado intensa en sus alocuciones públicas para el patrón oficial de la elocuencia, los haters no tardaron en echársele encima. La víctima ideal del discurso del odio. El kickboxer, de hecho, tenía su cuenta de Twitter suspendida hasta que llegó Elon Musk con la amnistía y Tate volvió a publicar sandeces, como culpabilizar a las víctimas de violación. Heredero del estilo Torrente, su principal argumento es que las visten como putas.

Volvamos a Greta. Allá donde va es tan vituperada en las redes sociales como aclamada en las calles. Como una estrella de cine, debió abandonar apresuradamente y en coche la Marcha por el Clima de 2019 en Madrid agobiada por una muchedumbre que quería confirmar si Greta era real o una viajera en el tiempo. Sí. Ya no se sabe dónde acaba la persona y dónde comienza el personaje. De ella se ha escrito que se desplaza a través de una dimensión espacio-temporal. Y ello, a raíz de una fotografía de 1899 en que se aprecia a tres niñas trabajando en una mina en el Yukón canadiense. Una de ellas es la viva imagen de la sueca.

La defensa de sus ideas no le exime de extravagancias y de la sombra de sospecha sobre unos padres que parecen haber convertido a su hija en una caja registradora. A la mencionada cumbre de Madrid acudió en tren desde Lisboa tras atravesar el Océano Atlántico durante tres semanas en un catamarán. Podemos discutir si la causa merece poner en riesgo vidas humanas. ¿Quién costea su activismo? Días atrás, en medio de la polémica con Andrew Tate, trascendió que era la activista mejor pagada del mundo y que se había hecho millonaria. La información resultó ser falsa. Sin embargo, informaciones periodísticas más rigurosas apuntan a la financiación de sus actividades por los grandes lobbies energéticos suecos, lo que estaría generando lucrativas ganancias a sus progenitores, un actor de medio pelo y una cantante de ópera que acabó en Eurovisión.

El episodio con Tate no le ha bastado para generar las simpatías de los medios más conservadores, los españoles incluidos, que han llegado a calificar la ya famosa respuesta del pene pequeño como «una de las frases más rancias, más vulgares, más retrógradas y más machistas que quepa imaginar». Como las cajas de pizza que han llevado al exluchador violador a prisión, a algunos comentaristas también les urge un reciclaje.

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