Observatorio

La RAE ha vuelto a hacerlo

Diccionario de la RAE.

Diccionario de la RAE.

Francisco García Pérez

Para que no se repita la Real Academia Española, lo reitero yo: la función de la Docta Casa es dar entrada en su Diccionario a las palabras que cumplan los criterios establecidos al efecto y que cualquier curioso puede consultar en la web correspondiente. De modo que eso de que ya se puede decir una palabra o largar una expresión porque la RAE la ha registrado es mentira cochina. Por ejemplo, los tacos que soltaba aquel tormento de hombre que era Camilo José Cela no es que solo −por Nobel y brutote castizón− los pudiese usar él hasta que los calzasen en el DLE sus colegas académicos. Los decía tododiós (neologismo) en la calle y por eso la Institución los definía, calificaba como vulgarismos, como en desuso, etc. Los fijaba, en dos palabras. Aunque cada vez más pasa la RAE de limpiar o, sobre todo, de fijar nuestra lengua: ya come de todo. Acaba de acordar con las otras veintidós Academias del español introducir o enmendar más de tres mil entradas del Diccionario. Se lo curran los académicos, ante la indiferencia y el maltrato y el desinterés de los poderes públicos, quienes dicen «a» y luego no dan ni hacen «b». Veamos qué hay de nuevo. (Advierto: no pongo todas las comillas para que no parezca esta página un muestrario de cagarrutas mosquiles).

Ya figuraba «brecha», pero se le agrega el significado de «diferencia o distancia entre situaciones, cosas o grupos de personas, especialmente por la falta de unión o cohesión». Novedad total: «comercio electrónico», el que se lleva a cabo a través de internet. Y el compango, el conjunto de ingredientes cárnicos con que se elaboran la fabada y algunos cocidos. Llamamos conspiranoia a la tendencia a interpretar determinados acontecimientos como producto de una conspiración. Y un copiota es un despectivo del a su vez despectivo copión. Ya puedo ser cortazariano o garciamarquiano, y cuidarme esa hormona llamada cortisol, máxime si soy cuarentañero, más suave que cuarentón. ¿Sabe, qué es un dingo?: pues un cánido parecido al lobo, así como el facóquero es animal similar al jabalí. Modifica la RAE «discapacidad»: «Situación de la persona que, por sus condiciones físicas, sensoriales, intelectuales o mentales duraderas, encuentra dificultades para su participación e inclusión social». Y recoge edadismo como «discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas». Habemus es tenemos. Y ese reconfortante anestésico de los dentistas llámase lidocaína. Hiperinmune, macrodatos, micromecenazgo o microplástico ya han ocupado su sitio diccionarial. Como la polémica mamitis: «Excesivo apego a la madre». Han entrado las locuciones «minería de datos», «vida útil» y «obsolescencia programada» (ese famoso timo del fabricante: «Le sale más caro arreglarlo que comprar uno nuevo»), así como cosas de esas tipo puntocom, videojugador… Bien creí que ya estaban monodosis o que se había corregido «racismo»: creencia que sostiene la superioridad de un grupo étnico sobre los demás, lo que conduce a la discriminación o persecución social. Como aún nos queda Italia, podemos comer panetón, ya sin comillas ni ná. Como siempre nos queda Portugal, usemos el portuñol. Como siempre nos queda el campo, vámonos a ruralizar, que es dar carácter rural a algo o a alguien. Y en Canarias, sancocho: ese guiso. Javier Marías consiguió añadir a «traslaticio» la acepción «perteneciente o relativo a la traducción». Y metió nada menos que hagioscopio, esa abertura o pequeña ventana hecha en la pared de una iglesia, desde donde se puede ver el altar, especialmente la consagración.

¿Que a usted le parecen sobrevenidas (impostadas, artificiales, poco fiables) algunas de estas novedades, y decide seguir hablando como le dé la gana, que es como lo hacía hasta ahora? Pues nada, que hace usted muy bien, que yo solamente informo, que allá usted y allá la RAE, que el desastre del idioma español es ya de tamaño tan inarreglable que lo único que les deseo y mando es un muy sosegado 2023.

Suscríbete para seguir leyendo