Homenaje

Tal día como ayer, hace 103 años

Benito Pérez Galdós

Benito Pérez Galdós

Yolanda Arencibia

Tal día como ayer hace 103, murió en Madrid Benito Pérez Galdós. No ha muerto del todo Galdós, sin embargo, imbuida como está su personalidad en la universalidad perenne de un clásico de la Literatura. No lo olvidamos nunca los galdosianos.

Ayer, cuatro de enero de 2023, los galdosianos canarios estuvimos ante la efigie ciudadana frente al Teatro que lleva su nombre con un texto y una flor. Y recordamos allí, como hacemos ahora, algunos hechos de aquel 1923, hace ahora 100 años.

Recordamos que, a estas alturas de la cronología hace 100 años, los periódicos españoles seguían recordando aquella desaparición cercana, y que, a lo largo de los meses, aconteció más de un hecho que apuntaló para la posteridad la memoria del escritor desaparecido.

No lo olvidaba su familia, y permanecía viva su impronta en el entorno cercano de la familia y amigos.

Ya no habitaba la casa natal de Cano 33 ninguno de los hermanos Pérez Galdós, pues Manuela, la menor y la última de ellos en morir, había fallecido en febrero del pasado año. Ahora, en 1923, llenaba aquel patio de vida y bullicio la familia de Hermenegildo Hurtado de Mendoza (los Hurtado de Mendoza-Sáenz), cuyos hijos pequeños, Ambrosio y Carmen, ayudarían sin duda a su padre en la tarea de exponer en el zaguán de la casa las obras del tío venerado, como venía haciendo los 4 de enero de los últimos dos años iniciando, sin saberlo una tradición familiar.

Por otra parte, la ciudadanía grancanaria de 1923 verá colocado en sendas salas del Museo Canario el dormitorio y el despacho que fueron de Galdós en la casa de Hilarión Eslava, y que habían llegado a la isla por donación de su sobrino José María.

«Agradezco mucho dicha aceptación –escribió este- y el sentimiento que me produce separarme de ellos se atenúa sabiendo que se han de conservar cariñosamente en nuestra querida tierra bajo el patrocinio de Institución tan significada».

Los periódicos canarios de aquel año destacaron el hecho como merecía. Tampoco olvidaban a Galdós en Madrid, en donde hace ahora cien años se seguía reclamando al Ayuntamiento la colocación de una placa conmemorativa de aquel 4 de enero de la muerte de don Benito en la fachada de la casa de Hilarión Eslava. Cuentan los anales municipales que en la sesión del 19 de diciembre de 1923, donde se incluía un apartado Miércoles Ciudadanos para la participación del pueblo, se trató el asunto de la lápida; y el concejal Andrés Arteaga instaba al alcalde, Sr. Alberto Alcocer, a colocar cuanto antes la lápida prometida por el anterior Ayuntamiento.

Las cosas de Palacio van siempre despacio, sin embargo. Pero no acabará 1923 sin el reclamo prometido, porque el último día del año, un obrero madrileño, tan humilde que ni su nombre ha quedado para la historia, colocó una lápida compuesta por varios azulejos en la que podía leerse: «Aquí vivió y murió Benito Pérez Galdós». Tal obrero había pedido permiso una semana antes al dueño de la casa, el sobrino de don Benito, don José María Hurtado, proclamándose gran admirador del autor de los Episodios Nacionales, y solicitando a cambio quedar en el anonimato. Así recordaba esa petición don José María: «-Perdone usted. Ni quiero reclamo ni apenas si me interesa la gratitud de nadie. Mi homenaje va dedicado a don Benito, y a él mi nombre seguramente que no le interesa. Es lo menos que puedo hacer a cambio de todo lo que me ha hecho sentir a través de sus obras».

Ni tampoco olvidaban a Galdós en Toledo, pues en el mismo 1923 se colocó la placa que aún se ve en la calle de Santa Isabel, y en la casa que fuera alojamiento de Galdós en la ciudad manchega, al menos cuando redactaba Ángel Guerra, cuyas segunda y tercera partes –recordemos- trascurre en esa localidad. En primera fila de esa colocación estarán «los amigos de siempre» de Galdós: Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala, los hermanos Quintero…, que constituirán entonces un primer grupo de Amigos de Galdós, cuya labor dejará frutos próximos. Al parecer, tal placa fue costeada por Marañón y correspondió a Pérez de Ayala, redactar el texto del recuerdo, que dice así: Galdós «… escribió aquí, con palabras siempre jóvenes, Ángel Guerra». También vivió Galdós en el Hotel Lino, hoy desaparecido; y una placa lo recuerda en aquel otro lugar toledano.

¿Más acontecimientos galdosianos en 1923? Pues uno bien importante: el Teatro Novedades de Barcelona estrenó con gran éxito Marianela de Galdós en versión lírica, como ópera nacional, con música de Jaume Pahissa y libreto de los hermanos Quintero, quienes trabajaron espléndidamente para la ocasión el texto que ellos mismos habían creado pocos años antes para la versión de Marianela drama. Mucho tuvo que en la realidad de la versión operística el éxito de la versión dramática del texto estrenada en el Teatro Odeón de Barcelona en 1917, con la presencia del gran novelista.

Según declaración del propio Galdós, el día de ese estreno llegó a su camerino del teatro el compositor Pahissa, gran admirador de Galdós, acompañado de Ángel Guimerá: «Es el maestro Pahissa –indicó Guimerá-; está enamorado de Marianela y quiere ponerle música». «¡Que lo haga!»-, fue la respuesta rápida de don Benito. No es extraño. Era el gran sueño de Galdós desde hacía muchos años. Será ese estreno el 31 de marzo de 1923 en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y significará un gran éxito para el músico (banquete-homenaje, asistencia de autoridades, edición posterior de la partitura…), e incluso propuesta de ser llevada al Teatro de la Ópera de París. Don Benito no puso conocer esa gran alegría.

Cuatro de enero de 2023. 103 sin Galdós. Pero Galdós no ha muerto. Porque los genios no mueren. Revive Galdós con nosotros cada vez que, releyéndole, levantamos la vista para pensar; o cuando anotamos detalles sobre los qué, los cómos y los porqués de sus páginas; o cuando lo sentamos junto a nuestra mesa para conversar con él sobre tantas y tantas cuestiones que fueron de ayer y que siguen siendo de hoy. ¡Viva Galdós!

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