Al azar

Por un papa español

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ayer, al salir de la rueda de prensa en Moncloa donde anunció el nuevo paquete de medidas.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ayer, al salir de la rueda de prensa en Moncloa donde anunció el nuevo paquete de medidas. / Eduardo Parra

Matías Vallés

Matías Vallés

Todos hemos entendido que la muerte de Ratzinger era solo el principio, un indicio que apuntaba a relevos de mayor hondura y holgura en el Vaticano. Frente a la gelidez de la Europa protestante ante la desaparición de un Sumo Pontífice por caducado que estuviera, en España han aflorado las profundidades teológicas que siguen sustentando la geografía peninsular. Los columnistas se han puesto místicos, con tratados subyugantes sobre las victorias de Benedicto XVI en la lucha que debe ser infatigable contra Satanás. En ningún caso ha de contemplarse esta constatación como una crítica, combatir al siniestro demonio siempre será más fascinante que enfrentarse en prosa al anodino coronavirus.

La jubilación anticipada pontifical de Francisco que anunció el propio interesado, sumada a las apasionantes disertaciones espirituales que ha propiciado la extinción de Ratzinger, deben confluir por fuerza en una decidida campaña por un Papa español. Los ultraconservadores que se comportan como si ya se hubieran instalado en La Moncloa habían apadrinado con furia a la selección española de fútbol, que no podía fallar ahora que se rescataban valores raciales ahincados desde Viriato. Por desgracia, los expedicionarios a la guerra de Qatar se hundieron nada menos que ante Marruecos, en una reedición del desastre de Annual por no remontarse al Guadalete.

A resultas del disgusto futbolístico, la coincidencia de un Papa argentino con un Mundial de la misma nacionalidad supone una afrenta, para una forma de entender España que se impondrá en cuanto se convoque a urnas. No debemos ocultar que el valenciano Alejandro VI Borgia fue el último pontífice local, y que desempeñó el cargo que se había comprado con ligeros excesos de lujuria envenenada. Sin embargo, los seiscientos años transcurridos avalan una nueva oportunidad. No es una querencia provinciana, el mundo entero se merece un pontífice español. Y esperemos que no sea necesario un cisma para proclamar un nuevo Papa Luna, el que avisa no es traidor o como se diga en teológico.

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