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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Periodista

Froilán de ‘Todas las Discotecas’

Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón. EP

El sistema de descompresión de la monarquía española utiliza cada vez más Abu Dabi para destruir y blanquear tensiones, bajo el signo de una extravagante hermandad que escapa del control del Estado y que ha tomado asiento en el imaginario de la sociedad española como hábitat privilegiado del corrupto emérito. El destierro de Froilán de Todas las Discotecas al emirato autocrático, en caso de llegar a confirmarse, consolida la vertiente de que ese desierto reconvertido a base de aire acondicionado es la lavadora borbónica: por el cajón del suavizante se derraman los destrozos, que se difuminan en ese reino inquietante donde el patrón se mueve como pez en el agua, pese a que sus piernas son ya un crucigrama. Al joven que le toca los cojones a su tío el Rey, no lo mandan a trabajar, ni tampoco a combatir a una guerra, a hacer algo provechoso, aunque sea una caída en picado del ascensor que por derecho divino lo ha colocado en la cresta. Pero la reutilización de los parásitos no está contemplada entre los códigos reguladores del sindicato monárquico. El castigo al pijo es mandarlo con el abuelo, como si el entorno zarzuelístico diese por confirmado una conexión entre dos consanguíneos que siguen la línea más casquivana de la saga. Curioso reencuentro entre un calavera consolidado, y otro que apunta maneras como un noctívago insaciable al que se le pega toda la basurilla a la hora de la amanecida. En realidad, la decisión de la infanta Elena nos sitúa ante una probeta, dado que nadie sabe qué va a salir de su paso por allí, entre un modelo con gravísimas violaciones de los derechos humanos y la voz de un consejero que con un cóctel de extravíos financieros y polvos sísmicos se merendó su aporte histórico a la Transición. Esta irrealidad borbónica, tan lejana al día a día inflacionista del país, acabará por colmatar el vidrio: no es que se les vaya a pedir que se vayan al completo a Abu Dabi, sino que pasen a ser ese tipo de personas invitadas por compromiso, sin afectividad alguna. Y de ahí a lo otro sólo hay un metro: bajada de la aceptación popular.

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