La suerte de besar

Sexo consentido

Sexo consentido

Sexo consentido

Mercè Marrero Fuster

Mercè Marrero Fuster

Un político británico casado tiene una aventura con una ayudante de su gabinete. Él decide romper el affaire y, poco después de la ruptura, vuelven a mantener un encuentro sexual en un ascensor. Ella le acusa de violación. El juicio y las consecuencias que la infidelidad tienen sobre el matrimonio son el argumento de la serie Anatomía de un escándalo. La fiscal basa su acusación en que la mujer, la víctima, no consintió esa relación sexual. Sí seguía enamorada, sí le deseaba, sí le besó, pero no quiso culminar el coito. Él hizo oídos sordos. Es ficción y, también, realidad.

Una chica menor de edad sale de marcha y acaba en una discoteca. Consume alcohol y puede que otras sustancias. Su marcha finaliza con una felación en público. Algunos miran, jalean y otros graban y comparten la escena íntima sin importar las consecuencias éticas o jurídicas. He seguido la noticia con perspectiva. Es de esas realidades que me genera demasiado malestar. Imagino las consecuencias que todo esto puede tener en el desarrollo de la chica, en su manera de relacionarse y en su autoestima y he pensado mucho en su madre. En cómo ha decidido plantar cara a los hechos, denunciar y afirmar que su hija llegó a esa situación presionada por alguien, por algo o por el ambiente. La presión del entorno, máxime en la adolescencia, es poderosa. “Hazlo, va, es divertido, no es para tanto, no seas estrecha”. ¿Tendría amigas cerca? No lo parece.

Estos días he recalado en un artículo maravilloso de Laura Ferrero, en El País, donde reflexiona sobre los (presuntos) abusos a alumnas por parte de algunos profesores del Institut del Teatre. Ellos décadas mayores que ellas. Ellas en la etapa cuando la pasión por una vocación rebosa por todos los poros y ellos disfrutando de ese estatus que otorga ser maestro de algo. Ellas tumbadas en una cama, mirando un techo, sin saber muy bien qué ha sucedido, pero conscientes de que sea lo que sea ha sido malo. No ha sido deseado y, por tanto, tampoco satisfactorio o agradable.

Basta hablar y profundizar sobre sexualidad y emociones para saber que, en más ocasiones de las imaginadas, hay relaciones sexuales que muchas mujeres desearían no haber tenido. Porque no apetecían y, pese a ello, se cede porque toca, porque él se pone de mal humor, porque la pareja no funciona si no se sigue el ritmo del otro, porque él se irá con otra, porque no se quiere quedar mal, ni sentirse raras, aburridas o, simplemente, porque a pesar de haber pedido que parasen, aunque lo hicieran sutilmente, ellos han continuado.

Hay que hablar mucho más sobre lo que significa respetar nuestro cuerpo y deseos y los de los demás. Comprender que la sexualidad es una manera de comunicarse, de conectar con otras personas, de disfrutar del placer y de un espacio de libertad y unión compartidas. Y hay que hablar y educar mucho y mucho en saber distinguir qué gusta y qué no. Qué excita y qué no apetece. Cuando es sí y cuando es no. Es imprescindible saber decir que no queremos continuar y no tener reparos en hacerlo, pero igualmente importante es saber encajar la negativa y no hacer oídos sordos. Anatomía de un escándalo es perfecta para una tarde de domingo.

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