Observatorio

No es la inflación, es la avaricia

No es la inflación, es la avaricia

No es la inflación, es la avaricia

Emilia Sánchez

Voy directa al grano. No es la guerra, ni el coste de las materias primas, ni las circunstancias poscovid lo que está hoy haciendo subir la inflación, sino la codicia de los ricos. Los milmillonarios y las grandes empresas se están forrando a costa de empobrecernos a todos vertiginosamente. El detalle de estos datos lo ha publicado Oxfam en su informe Sobra mucho mes al final del sueldo, donde hace una radiografía de la situación actual de incremento de la inflación, crecimiento desmedido de los beneficios de las grandes empresas y las rentas de los milmillonarios, mientras los salarios se estancan, la pobreza sube y la clase media se hace más vulnerable. Vamos por partes.

Los pobres. Hablaremos aquí de los más vulnerables, pero también de las clases medias. Con el incremento de la inflación, el impacto de la subida de precios en las familias va por barrios. La factura de la luz, el carro de la compra, los alquileres o el transporte han subido mucho más que los salarios. Las familias con menor renta invierten un porcentaje más alto de sus ingresos en estos productos básicos, no reemplazables o prescindibles, y, por tanto, sus economías son las que más sufren. Pero la subida de precios también afecta a la resiliencia de las clases medias, haciéndolas más vulnerables. Si a los precios añadimos la subida de los intereses de las hipotecas, los hogares más vulnerables habrían perdido hasta un 15% de renta.

A las familias les aumentan sus hipotecas y sus gastos, mientras los salarios apenas suben y siguen estando por debajo de lo que estaban en 2008. Lejos de los aspavientos de la CEOE, el incremento de salarios en España está a la cola de la zona Euro, y desde luego no tienen la responsabilidad en la inflación. Los trabajadores hemos perdido un mes de salario en los últimos dos años, y millones de hogares hacen malabares para llegar a fin de mes.

Los ricos. En la otra cara de la moneda se sitúan los milmillonarios y las grandes empresas. Los superricos, los milmillonarios españoles, se recuperan rápidamente de los efectos de la pandemia y de las subidas de precios, mientras la riqueza se concentra. En 2008, el 1 % más rico poseía el 15,3% de la riqueza neta total. Y según Credit Suisse, en 2021 ya acumulaban el 23,1%, creciendo al ritmo de tres millones cada día.

Y hablemos de los beneficios de las energéticas, la alimentación y los bancos. Ya conocemos la historia de los beneficios caídos del cielo al sector energético. Pero también la banca tiene beneficios caídos del cielo. Como describe Oxfam, desde 2016 el Banco Central Europeo (BCE) ha prestado a los bancos ingentes cantidades de dinero a largo plazo a un interés negativo. Es decir, cobraban por recibir dinero prestado, y durante ocho años han devuelto al BCE menos dinero del que han recibido; y al subir ahora los tipos de interés están obteniendo beneficios extraordinarios que no tienen que ver con sus operaciones, sino con su privilegiada situación. Así, en 2021 los máximos ejecutivos de los bancos han cobrado un 39% más que en 2020, y los accionistas han recibido un 34% más de dividendos que en 2020. Más allá de la banca, el resultado conjunto de las empresas del Ibex 35 en 2021 fue un 55% superior a la media de los resultados de los cinco años prepandemia. Tendencia que se acelera en 2022.

La situación. Así, aunque es cierto que el origen del aumento de precios fue el incremento del coste de las materias primas, son estos astronómicos beneficios empresariales los que están ahora alimentando la inflación, siendo desde finales de 2021 los principales responsables del alza de los precios. En 2022, un 92,5% del aumento de precios se explica por los beneficios de las grandes empresas.

Hasta ahora, el aumento de la desigualdad se explicaba por los altos niveles de desempleo y la vulnerabilidad de un empleo precario ante cualquier crisis. Pero ahora que, por primera vez, en una crisis el empleo no se ha desplomado, sino que está creciendo, vemos que la codicia de los altos beneficios empresariales frente a unos salarios a la baja son los que hacen más profunda la brecha entre unos pocos ricos y muchos, cada vez más, pobres. Porque a la desigualdad en España le pasa como a la gasolina. Que cuando vienen mal dadas sube mucho, y en las épocas de mejores perspectivas apenas baja. Hoy, el índice de Gini vuelve a subir al ritmo del pelotazo de las grandes empresas, y lo hace por encima de la eurozona.

A los trabajadores no debería preocuparnos mucho si los ricos pagan un poco más o un poco menos por el impuesto de patrimonio, que no afecta a la gran mayoría, sino el hecho de que nosotros paguemos impuestos y las rentas del capital, los ricos y las grandes empresas, no. O muy poco.

El Estado. En este momento me gustaría recordar el artículo 128 de la Constitución: 1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. Y 2. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general. Interesante.

Las medidas llevadas a cabo por el Gobierno durante la pandemia lograron mantener la cohesión social, conservando a flote la economía al garantizar los ingresos de millones de familias, aguantando los empleos, y asegurar la viabilidad financiera de muchas empresas y negocios. Sin duda los ERTE fueron el coma inducido esencial para frenar la desigualdad y que más de 700.000 personas no cayeran en la pobreza. Y el crédito a las empresas ha mantenido los negocios vivos, que posibilitan una mejor recuperación. Pero, a pesar de todo ello, España sigue siendo uno de los países más desiguales de nuestro entorno, el 5º país de Europa, solo por detrás de Bulgaria, Letonia, Lituania y Rumanía. Esto no es un problema pospandemia, sino un problema estructural que ya lastró a nuestro país tras la crisis de 2008 y que apenas había remontado.

A nivel estatal se están poniendo en marcha medidas impensables hasta hace nada, nuevos impuestos –de momento temporales– a los beneficios de la banca y las energéticas, topes a los precios, limitaciones a perdonar impuestos de patrimonio a los más ricos, pero aún deben abordarse nuevas reformas en el impuesto de sociedades, lograr un pacto de rentas (¿para cuándo las rentas del capital contribuirán como ya lo hacen las del trabajo?) así como mejorar la lucha contra la evasión y la elusión fiscal con muchas más plazas de inspectores fiscales. Además, el Gobierno debe suspender de inmediato los beneficios de las Golden Visa, una medida temporal que se puso en marcha tras la crisis de 2008 para atraer capital extranjero, ofreciendo la residencia inmediata en España a los ricos a cambio de la inversión en vivienda, deuda, fondos o depósitos. Esta medida ha atraído capital de dudoso origen a nuestro país, del que no se investiga la procedencia, que genera riesgos de seguridad y blanqueo de capitales, pero también el incremento del precio de la vivienda que ya está al alza.

Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad más desigual de España, propone ir más allá, y, además de recurrir el impuesto de solidaridad que iría a corregir la desigualdad y de las sucesivas bajadas de impuestos a quienes más tienen, propone perdonar una parte del IRPF a los inversores extranjeros que vengan a seguir incrementando el precio de la vivienda en Madrid. Así, los ricos latinoamericanos compran pisos a sus hijos en Madrid, disparando los precios y ahorrándose muchos impuestos. Mientras tanto, entre tanta bajada de impuestos –que ya se ha liado hasta el candidato autonómico del PSOE en Madrid a ofrecerlos– los centros de salud siguen sin médicos.

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