Observatorio

Nuevas palabras para un nuevo año

Diccionario de la RAE.

Diccionario de la RAE.

Humberto Hernández

Humberto Hernández

Viene muy bien que al finalizar cada año la Real Academia Española nos informe de cuáles han sido las principales modificaciones que se han introducido en su Diccionario (conocido antes con las siglas DRAE, ahora como DLE): adiciones de nuevos artículos y acepciones, supresiones y enmiendas; información que supone una valiosa lección de Lexicografía básica, sobre todo para los muchos negacionistas de la evolución lingüística, que defienden el purismo y el casticismo de la lengua y entienden que todos los cambios que se producen en su seno no son otra cosa que la prueba evidente de que la lengua se degrada y se empobrece. Peor aún, si, como en este caso, los cambios cuentan con el beneplácito de la sacrosanta institución que en otros momentos limpió, fijó y dio esplendor a un glorioso castellano, compañero del Imperio, asediado por todos los flancos por los arabismos, galicismos, anglicismos, germanismos, americanismos y cualesquiera otros intrusos neologismos que rompían el cómodo equilibrio de la artificiosa estabilidad de una fonética, una gramática y un léxico cuya existencia y legitimidad solo podían avalar apenas medio centenar de “inmortales”, los que formaban parte de la, por entonces, centralista y autoritaria institución, censora, que no notaria, de una realidad, la de la lengua, tan rica y variada como diversas son sus variedades dialectales a las que pertenecemos los quinientos millones de hablantes, auténticos propietarios    y soberanos del idioma.

Hoy la Real Academia Española parece ceder a la plural realidad del español otorgando voz a veintidós academias correspondientes, dirigidas por la Española, distribuidas y creadas por razones más políticas que lingüísticas en América, Filipinas y Guinea Ecuatorial, agrupadas en una Asociación de Academias de la Lengua Española (la ASALE). Sin embargo, no poseen esa prerrogativa de representatividad en la asociación las modalidades dialectales cuyas fronteras no coinciden con los límites políticos de un estado soberano. En cualquier caso, bien es verdad que esta limitación institucional no debería ser óbice para que la academia coordinadora, la RAE, pudiera obtener la información lingüística necesaria de todos los dialectos sin excepción, para que de forma equilibrada, de acuerdo con su extensión e importancia, sus particularidades aparecieran registradas, descritas y definidas, en el que aspira a ser el diccionario general de la lengua española. Ya sabemos que no sucede así: las notables deficiencias observadas en relación con el dialecto canario, por ejemplo, son clamorosas, y muy de vez en cuando se introduce alguna novedad que, paradójicamente, celebramos no sin cierta ironía: ¡por fin tenique y baifo! [en la edición de 1984]; y papa arrugada y mojo picón, mucho más recientemente. En esta última versión del diccionario, la Real Academia nos obsequia con una canaria acepción que añaden a la voz sancocho: ”Guiso típico de las islas Canarias a base de papa, batata, pescado desalado y mojo picón”. Confiemos en que algún día encuentren hueco para nuestro tajinaste, nuestro jeito, la magua o la maresía, margullar o alongarse. Entre tanto disponemos de la información que nos brinda la Academia Canaria de la Lengua en su Diccionario básico de canarismos y en otras publicaciones y secciones de su página web (www.academiacanarialengua.org), complemento de gran utilidad para el mejor conocimiento de nuestro dialecto.

Pero volvamos a las novedades que nos ofrece la Real Academia Española en la última edición de su Diccionario y que podemos consultar en una “Muestra de novedades DLE 23.6” que nos ofrecen en su página web (www.rae.es),    pues a fin de cuentas también nos implican e interesan a todos los hispanohablantes: las voces generales del español son también patrimonio de cada uno de sus dialectos, y si sancocho, en su acepción gastronómica, es voz española específica del dialecto canario, micromachismo también forma parte de nuestro dialecto como elemento común de todas las modalidades del español.

Como micromachismo (“Forma de machismo que se manifiesta en pequeños actos, gestos o expresiones habitualmente inconscientes”) son también novedades que se incorporan a esta última edición otros compuestos y derivados con conocidos prefijos y de significados fácilmente deducibles como micromecenazgo, monodosis o anticonunitario.

Con aspecto más novedoso, formal y semánticamente, se registran y definen conceptos de mayor actualidad como el sustantivo conspiranoia (“Tendencia a interpretar determinados acontecimientos como producto de una conspiración”) y su adjetivo conspiranoico; aunque se echan en falta en esta misma línea conceptual negativa otras voces como terraplanista o antivacunas.

Edadismo, “Discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas”, es otro neologismo que se suma a las muchas voces con connotaciones negativas que presentan en su significante el sufijo -fobia, como los también recientes aporofobia, “Fobia a las personas pobres o desfavorecidas” y amaxofobia,”Fobia a conducir un vehículo o a viajar en él”. Faltan, y no por ello dejan de tener existencia estas lamentables actitudes, glotofobia, “Discriminación por razón del acento” y gordofobia, “Odio y menosprecio a las personas obesas”. Precisamente esta tendencia al sobrepeso, que se observa en ciertos sectores de la población, incluso en la infantil, ha dado lugar al desarrollo de una rama de la medicina que se ocupa del estudio y el tratamiento de la obesidad: la bariatría (y bariatra, el especialista), se incorporan como nuevos términos, porque aun tratándose, en principio, de tecnicismos médicos, empiezan a exceder los límites de uso del ámbito exclusivamente sanitario.

Otras palabras como cuarentañero, “Dicho de una persona: Que tiene entre 40 y 49 años”; mamitis, “Excesivo apego a la madre”, o escuadra, en su acepción de instrumento propio de la delineación, o en el del ámbito deportivo (ángulo recto que forman los palos de una portería) son ejemplos de que el diccionario no está siempre en sincronía con el curso de la lengua, pues estas voces debieron de registrarse en ediciones anteriores. Tampoco se explica que no se registren otras con similar extensión y vigencia, como cincuentañero, sesentón, papitis o abuelitis, que seguramente a muchos padres y abuelos no les resultarán extrañas. Los diccionarios, frente a la opinión del abuelo de García Márquez, no lo saben todo y, además, se equivocan muchas veces (Vid. “La vaina de los diccionarios”, en El País, 19-05-1982), por eso es buena recomendación consultar varios repertorios y no solo el de la Real Academia Española.

Es también llamativa la inclusión de algunas voces de escasa frecuencia de uso como las que se incorporan como homenaje al académico y escritor Javier Marías, según se manifiesta en declaraciones de responsables de la Real Academia. Algunas de estas incorporaciones son sobrevenido, con el sentido de “Impostado, artificial”, como por ejemplo en la frase “Un demócrata sobrevenido no es fiable”, una nueva acepción para la voz traslaticio, como “Perteneciente o relativo a la traducción”, y el sustantivo hagioscopio, “Abertura o pequeña ventana hecha en la pared de una iglesia, desde donde se puede ver el altar, especialmente la consagración”. Y no es lugar el diccionario ―creo necesario apuntar― para rendir un homenaje a un académico, por importante que haya sido su labor en el seno de la Institución, en contra de los criterios lexicográficos (extensión y aceptabilidad) que deben prevalecer a la hora de dar entrada a una palabra en su macroestructura. Más justificado hubiera sido reconocer la variante espúreo que tanto defendió Javier Marías en lugar del académico espurio (“bastardo”): “Sí, yo escribo ‘espúreo’, como Galdós y otros; me da igual lo que diga el DRAE”, afirmaba en uno de sus artículos (“El fin de un idilio”, El País, 25-09-2011). En otro, “La gratitud” (El País, 20-09-2009), después de hablar de un “interés espúreo”, justifica este uso antiacadémico: “Paréntesis para los puristas ―escribe―: Sí, ya sé lo que dice el diccionario sobre ‘espúreo’, pero a mí me gusta escribir esa palabra como antes lo hicieron, entre otros, Baroja y Galdós”. Razones sobradas, pues, para registrar la extendida y autorizada variante que, a tenor de lo que registran los corpus lingüísticos presenta una elevada frecuencia de uso.

Y como la Real Academia es generosa ―y no critico que lo sea― con la incorporación de voces dialectales del español septentrional o castellano, como lo son, por ejemplo, copiota, “Dicho de una persona: copión”; gusa, “Hambre”; potar “Vomitar”, o rular “Funcionar, marchar”, que aparecen con la marca Esp. (voz propia del español de España), bueno será que empiecen a proceder con mayor precisión, pues en otros dialectos del español de España, como en el canario, estas voces no parecen ser muy frecuentes.

Más frecuentes son el verbo polarizar, “Extremar las opiniones o ideologías”,    y el sustantivo polarización, “Fenómeno por el cual la opinión pública se divide en dos extremos opuestos”, o incluso monetizar con el sentido de “Convertir un activo en dinero”.

Y yo ahora, lejos de rigurosos criterios lexicográficos, y haciendo uso de la libertad de opinión que me permiten estas páginas, voy a proponer para este nuevo año que en la medida de lo posible bajemos la frecuencia de uso de verbos como tensionar, discutir, polarizar, disentir, insultar, disputar, discrepar y reñir; y, por el contrario, procuremos elevar la frecuencia de otros con significados más positivos como pactar, acordar, asentir, consensuar o aprobar.

Con nuestro dialecto, y si es cierto que de alguna manera con las palabras podemos contribuir a hacer más grato nuestro entorno, propongo también que sin complejos continuemos siendo besucones y pachorrudos (o pachorrúos), aunque nuestros chinijos sean unos exasperantes desinquietos. Que expresemos libremente nuestra novelería en los tenderetes y yéndonos de belingo cuando corresponda. Que sigamos embelesándonos como solo nosotros sabemos hacerlo. Que los folelés, sarantontones, perenquenes, tajinastes, berodes y bejeques sigan reproduciéndose con estas denominaciones en nuestra fauna y en nuestra flora.

Y que nos queden maguas si no somos capaces de conseguir lo que aquí acabo de proponer.

Feliz año nuevo.

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