Reflexión

Pirotecnia, perritos y enfermos

Yo siempre he tenido perros, y jamás ninguno de ellos entró en pánico por un petardo. El problema es haber maltratado al perro (maltratado, sí) tratándolo como a un humano al que colman de mimos, cariñitos y atenciones usurpándole de ese modo lo más básico para un cánido: su instinto natural

Ernesto Suárez

Me encanta la pirotecnia. Siempre sucumbo emocionado a los encantos de la luz y el ruido. Es curioso cómo algo tan sugerente, excitante y bonito que es ver el cielo iluminado de colores con un colosal estruendo, tenga un pariente tan terrorífico como pueda serlo un bombardeo asesino. Pero el caso es que ante la ausencia de miedo y la certeza de la intención festiva, me sublima el espíritu ver explotar un montón de palmeras de colores sobre el negro cielo nocturno acompañadas de una ensordecedora traca.

 Pero no a todo el mundo le gusta. Muy al contrario, hay quienes no lo soportan, les enfurece, o les afecta de formas que no pueden controlar. Y claman por su abolición sin paliativos. 

 Ya es un clásico que en las fiestas navideñas las redes se saturen de afectados que solicitan apoyo, firmas y altavoces para que su reivindicación prohibitiva encuentre camino. Hay que prohibirlo, aseguran.

 Y los primeros en esa lista son los dueños de perritos miedosos, incapaces de procurarles consuelo a sus peluditos y que sufren enormemente ante los arranques de pánico de su mascota, a la que quieren mucho, muchísimo. Y no encuentran otra forma de darle consuelo al animal, más que tratando de prohibirle al resto del mundo un espectáculo que atrae masas, y que por algo será.

  Yo siempre he tenido perros, y jamás ninguno de ellos entró en pánico por un petardo. Y es porque son animales educados y equilibrados que tienen un referente Alfa claro y definido. Y cuando ese referente actúa con calma y los tranquiliza, los perros no sufren estrés alguno. El problema es haber maltratado al perro (maltratado, sí) tratándolo como a un humano al que colman de mimos, cariñitos y atenciones usurpándole de ese modo lo más básico para un cánido: su instinto natural.

  Y es que el perro, como lobo que es, vive en una manada con una jerarquía estricta donde el macho y hembra alfa, por igual, se sitúan en la cúspide, y el resto de miembros va desescalando en importancia pero ocupando su papel. Pero los referentes son los Alfas. Y cuando un perro tiene un Alfa claro, no se desequilibra. Es cuando lo mimas, lo consientes y lo tratas como a una cría de primate cundo se desestabiliza, porque llega a creerse que él es el alfa, y cuando una situación sale de su control, sencillamente entra en pánico porque no sabe gestionarla y se pierde en un miedo atroz.

  Cuando un petardo estalla, mi perro me mira. Y si me ve tranquilo, más tranquilo se queda él. Sabe que su Alfa está ahí y lo protege. Nada puede pasarle. Y darle esa confianza y seguridad al perro es lo que todo amo debe hacer, y se consigue con educación, no con mimos ni con el pienso más caro de la tienda de animales.

 Tu perro no se vuelve loco de miedo porque sus oídos sean muy sensibles, no te engañes . Asustarse por causas anatómicas no es una condición del perro, sino un déficit de una educación que no has sabido darle . De modo que no busques culpables. La culpa no es de los petardos ni de quienes los tiran. Es tuya por no haberle sabido dar a tu perro otra cosa que mimos, privándole de su natural estabilidad de manada. Si tanto quieres a tu perro, no le prohíbas a la sociedad que haga lo que les gusta. Aplícate y aprende a darle a tu perro lo que de verdad necesita, en lugar que el resto del mundo te haga ese trabajo a base de airadas quejas y prohibiciones.

 Harina de otro costal son las personas con patologías especiales. Sabemos que el espectro autista es muy incompatible con la pirotecnia, y ahí sí que hay que saber escuchar y remediar. Y sacrificar, o limitar, o programar con exquisitez. Ahí sí que es la sociedad en su conjunto la que debe comprometerse en procurarles a sus miembros más vulnerables la mejor de las soluciones, y si la única es sacrificar la fiesta, pues esa habrá de ser. Desconozco porque no soy médico, qué medidas pueden tomarse para atenuar ese sufrimiento y habría que darle voz a una comunidad científica para que nos asesore y tomar la mejor medida. Yo estoy más que dispuesto a escucharles.

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