ANÁLISIS

No tomen su nombre prestado

Sabemos que nunca hablaste de libertades y derechos en abstracto. No considerabas esta sociedad como la única posible

Alexis Ravelo.

Alexis Ravelo. / ANDRES CRUZ

Federico J. Silva

Hoy escribo con rabia. Con odio. Envenenado. Yo tampoco perdono a la muerte enamorada. Hoy no me importa casi nada y lo que menos la Literatura. No entiendo y no acepto nada. Escribo con las vísceras, con la mala leche que tanto te significaba. Escribo con eso tan antiguo que se llama espíritu de clase. Que esto lo lean los unos y los otros.

Se lo intentarán apropiar y se lo apropiarán, pero los suyos saben a qué trinchera pertenece. Sabemos desde qué lado escribes y en qué lado estás. Sabemos que eres de los de abajo y de ellos siempre serás. Sabemos que nunca hablaste de libertades y derechos en abstracto. Sabemos que no considerabas esta sociedad como la única posible. Sabemos que intentarán sentarte en algunas mesas y sabemos que, como en esas ocasiones en que te veías envuelto en las reglas del ceremonial, volverás a sembrar en ellas la disensión, la discordia y la controversia, con tus imperecederas risotadas, tu coartada para decir con humor, lo más grande, lo más ingenuo y lo más terrible. Tomen nota porque velaremos por su memoria.

Veo a mis alumnos conmovidos porque una vez conocieron personalmente a un escritor al que leyeron con gusto y complicidad y al que continuarán leyendo cuando Las fauces de Amial y la saga de Eladio Monroy, en Anroart Ediciones, no sean lecturas obligatorias para aprobar la materia. Aún tengo varios libros prestados. Y ahora dudo de que me los devuelvan. Estarán en las mejores manos.

Aunque los libros de Alexis no son solo para el verano, en mi caso, los veranos no volverán a ser iguales sin Eladio Monroy.

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