Análisis

Sin palabras

Alexis Ravelo demostró en cada uno de sus libros que, ante todo, era un autor comprometido con la realidad y las miserias de una época, de una sociedad

Alexis Ravelo.

Alexis Ravelo. / ANDRES CRUZ

Carlos Ortega VIlas

No me gusta escribir notas póstumas, no porque piense que alguien como Alexis Ravelo no merezca que le recordemos y le queramos brindar nuestro particular homenaje, no porque piense que esté mal dejar constancia de lo mucho que lamentamos su pérdida o compartir la tristeza, la desolación, la rabia de saber que ya no está, sino porque me siento un poco intruso. No puedo dejar de pensar en el sufrimiento de otras personas, de sus seres más allegados, de quienes han compartido la vida con él. Su pareja. Su familia. Sus amigos. Así que escribo estas líneas desde un rincón, desde la periferia del dolor.

Otra razón por la que no me gustan estas notas es porque te obligan a escribir en pasado, y se me hace muy duro hablar de Alexis Ravelo en tiempo pasado. No voy a repetir lo que todas, todos sabemos ya de él. No voy a hablar de su versatilidad como escritor, de sus éxitos más que merecidos, de lo mucho que debemos agradecerle que situase nuestra ciudad, nuestras islas, en el panorama de la novela negra —de la literatura en general— de este país como nadie lo había hecho. Alexis Ravelo demostró en cada uno de sus libros que, ante todo, era un autor comprometido. Comprometido con la realidad y las miserias de una época, de una sociedad. Un compromiso vital y literario que nos hizo amar todos esos lugares que recorrimos con él, junto a él, a través de los personajes que creó.

No voy a hablar de su extraordinario sentido del humor, de su honestidad, de su dedicación a este oficio —el de escribir— que defendía sin afectación, sin poses, con la dignidad de quien sabe que nadie le ha regalado nada, que detrás de cada éxito hay muchas horas de trabajo, de constancia, de sacrificios.

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