Reseteando

Palo al Carnaval pospandémico

Imagen de uno de los "mogollones" del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria.

Imagen de uno de los "mogollones" del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria. / LP/DLP

Javier Durán

Javier Durán

Celebrar una fiesta como el Carnaval en el extrarradio es absurdo, pero todavía lo es más que el Ayuntamiento sea incapaz de lograr un acuerdo con una comunidad de vecinos de Santa Catalina para hacer compatibles los decibelios de los mogollones con el sueño. La municipalidad, en año electoral pospandémico, tira hasta la ropa interior de su presupuesto por la ventana. Una deferencia tras tantos meses de sufrimiento vírico, que, sin embargo, ha carecido de la suficiente sagacidad para frenar el motín vecinal. La consecuencia es que hay que desplazar una parte del programa (los conciertos) a la Plaza de la Música, un emplazamiento puesto a prueba en una edición pasada y que cosechó un rotundo fracaso. La organización debería pedir una previsión del tiempo, no vaya a ser que el frío y la humedad atlántica tengan la última palabra. Absténganse por si acaso disfraces con las carnes al aire. El revés a los munícipes de los damnificados demuestra, una vez más, que hay que dejar bien atados todos los cabos. El tejido económico de una ciudad no puede quedar a expensas de los cambios de humor de una comunidad de vecinos. Hay que tasar las compensaciones justas para los afectados y hacerlas efectivas, pero no claudicar a la primera de cambio y hacer dejación ante los tribunales de justicia. Los socialistas de Hidalgo le echan la culpa a los populares de la etapa de Cardona, una escapatoria que no justifica la improvisación ni la pachorra de los gestores a día de hoy para cerrar con éxito lo que ya parece un clásico de la festividad carnavalera. El consistorio (el que venga) no tendrá mas remedio que elaborar con la sociedad un gran pacto para la jarana nocturna: todo es indemnizable, hasta la intromisión en el sueño reparador. Las reclamaciones al descanso cada vez tienen más jurisprudencia a favor, aparte de crecer como setas los justicieros vecinales. Entre una cosa y otra, no habrá sitio para el gin-tonic, y hasta en un descuido el Carnaval y sus entremeses van a tener que ser en los rooftops de los hoteles, como dice el pijerío.

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