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El fin del ‘procés’

Pere Aragonès.

Pere Aragonès. / EFE

Antonio Papell

El verdadero final del procés, entendido este como la empresa encaminada a conseguir la independencia de Cataluña a cualquier precio, ha sido el acuerdo presupuestario conseguido por el gobierno de la Generalitat tras una negociación entre Pere Aragonés, el presidente de la institución, de ERC, y Salvador Illa, líder de la oposición, del PSC. Un partido nacionalista y otro no nacionalista han pactado el futuro de Cataluña, poniendo fin a la política de bloques, aislando al nacionalismo de Junts –el pospujolismo conservador que se mantiene beligerante– y abriendo un camino de convivencia similar al de la época fecunda del oasis catalán.

El apaciguamiento de Cataluña consigue así una cumbre institucional, acorde con el relajamiento de la ciudadanía, que se ha desmovilizado claramente, deseosa de recuperar los niveles de prosperidad que llegaron a peligrar durante la etapa negra de la ruptura. Cataluña recupera así el seny y se dispone a seguir siendo locomotora de este país. Ahora solo falta estructurar el eje Madrid-Barcelona con inteligencia y altura de miras para que la España de las autonomías pivote sobre un vector de desarrollo que beneficiará al conjunto del Estado.

En Cataluña, se han rebajado la ira, la rabia, el particularismo y la enemistad. Sería deseable que este viento encalmado se extendiera a toda la política española, en la que también sobran ingredientes agraces que hay que reducir a los términos de una convivencia pugnaz pero no violenta. Hay hoy demasiada saña en el debate público español, pese a que en Cataluña predomina un clima recién recuperado de concordia.

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