Observatorio

El dialecto canario visto desde dentro

El dialecto canario visto desde dentro

El dialecto canario visto desde dentro

Humberto Hernández

Humberto Hernández

Como es sabido, los hablantes de cualquier lugar utilizamos siempre un dialecto o modalidad lingüística regional, que se reconoce como propia e integrante de la lengua, concepto este de lengua que hay que entender como una abstracción y que engloba a todas las modalidades. La modalidad se considera tal porque presenta una serie de rasgos peculiares en cada uno de los niveles lingüísticos: en el fónico, en el gramatical y en el léxico. Así, por ejemplo, la modalidad andina está caracterizada por un conjunto de rasgos que hacen que reconozcamos que en determinado momento quien habla es, por ejemplo, un boliviano; también identificamos a los hablantes de la modalidad austral (argentinos y uruguayos); a los de la modalidad mexicana, la castellana y la andaluza; por supuesto, los hablantes de las demás modalidades también identifican, sin ninguna dificultad, nuestra modalidad canaria.

Tradicionalmente, cuando se presentan las peculiaridades del español de Canarias e, incluso, cuando se enseña, suele hacerse por medio de un procedimiento de comparación y contraste con otras modalidades, normalmente con la modalidad castellana, que se convierte, así, en base de comparación y modelo de una ideal realización de la lengua española, por más que nuestra lengua no posea un único estándar, sino tantos como modalidades o dialectos reconocibles hay; razón por la que hoy afirmamos con rotundidad que el español no presenta un único modelo de referencia (no es una lengua monocéntrica), antes bien, presenta tantos modelos o estándares como dialectos hay que se identifican con conjuntos de hablantes que ven en ellos reflejadas sus irrenunciables peculiaridades lingüísticas y culturales. El español es, pues, una lengua pluricéntrica, es decir, una lengua, como lo son las otras lenguas de cultura, que es capaz de aglutinar diferentes estándares o modalidades de prestigio: la mexicana, la caribeña, la andina, la austral, la chilena, la andaluza, la castellana y, por supuesto, la canaria. La idea de que el español es una lengua cuya representación prototípica es el dialecto del centro norte peninsular o español castellano es un gran error que hay que desterrar, pues es posiblemente la causa de que hablantes de otras modalidades, como los del andaluz, lo mismo que los canarios, puedan sentir algún sentimiento de inferioridad al comprobar su distanciamiento del modelo considerado ejemplar. El daño es infinitamente mayor cuando esta equivocada percepción es la que se predica en las aulas de nuestros centros docentes, no solo en la enseñanza de la lengua sino en la de cualquier asignatura, de letras o de ciencias.

Con el fin de presentar nuestra realidad lingüística con la orientación que defendemos, esto es, que el dialecto posee su propio estándar, expondremos a continuación las características principales de la modalidad canaria desde su propia perspectiva, considerándola como punto de partida y no como desviación de otra modalidad considerada erróneamente prototípica. Estos son sus rasgos principales:

1. La modalidad canaria, como la mayoría de las modalidades americanas, cuenta con un sistema fonológico de 18 fonemas consonánticos, y no de 19, como posee el dialecto castellano, pues no cuenta con el fonema /θ/ que en esa modalidad se define como interdental, fricativo y sordo, y que en la escritura está representado por la letra z y por la c seguida de e, i (zapato y cerilla, por ejemplo). Grafías que en canario representan, como la letra s, al fonema /s/ que, por otra parte, tiene una articulación diferente a la del sistema del español septentrional o castellano: nuestra /s/ es de articulación predorsoalveolar, mientras que la castellana es apicoalveolar. La ausencia de este fonema interdental /θ/ y el hecho de que, en consecuencia, no exista distinción oral entre palabras que presentan esta diferencia en la escritura (casa / caza; beso / bezo) da lugar al fenómeno conocido como seseo, hecho que no supone ningún tipo de limitación para los hablantes seseantes. Tan natural es el seseo que más del 90% de los quinientos millones de hispanohablantes somos activos seseantes, lo que demuestra que esta circunstancia no es causa que pudiera disminuir nuestras posibilidades comunicativas.

2. Relacionado también con las grafías s y z, que en zonas del centro y norte peninsular suelen mantenerse con sus puntos de articulación apicoalveolar e interdental, respectivamente, en posición final de sílaba (días y Díaz, por ejemplo), en nuestra modalidad suelen articularse como una simple aspiración (díah, diríamos en ambos casos), sin que este hecho fónico pueda llevarnos a confundir el plural del sustantivo día («los días festivos») con el apellido Díaz («los Díaz son buena gente»).

3. Esta misma pronunciación, como una simple aspiración, suele ser la normal en la realización oral de las grafías j y g seguida de e, i ([hota] y [henio], pronunciamos), que en español septentrional se articulan como un sonido velar, fricativo y sordo ([xota] y [xenio], dicen). Es también rasgo común a las modalidades meridionales, tan válido como pueda serlo la extrema fricción con que la pronuncian muchos hablantes peninsulares.

4. En la modalidad canaria pronunciamos adecuadamente el sonido que representa la letra ch, que distinguimos claramente del de la letra y: decimos muchacho y no muyayo, como dicen percibir algunos hablantes de la modalidad castellana, ni pronunciamos igual racha que raya. La razón, probablemente, ―si no es por mal oído o por intención ridiculizante― sea el hecho de que los puntos de articulación de los fonemas /ch/ e /y/ son totalmente coincidentes en nuestro estándar: la ch canaria y la y se articulan en el mismo punto del canal bucal; la ch septentrional o castellana se articula en una zona más adelantada y más sorda, sin duda. Pero ha de quedar claro que esta percepción no es un problema del español de Canarias ni de los hablantes canarios, sino de quienes siguen empecinados en hacer ver que nuestra modalidad es una desviación de la modalidad castellana.

5. Es también propio del canario la extendida pronunciación del grupo de consonantes ­-tl- en una misma sílaba (a-tlán-ti-co, a-tlas, a-tle-ta), mientras que en la modalidad castellana estas dos consonantes se pronuncian en sílabas diferentes: at-lán-ti-co, at-las, at-le-ta. Rasgo que de ninguna manera hay que considerar como exótico o diferencial frente a otras normas. Este grupo consonántico -tl- se encuentra, además de en palabras como las citadas, en muchas procedentes del náhuatl (lengua de los aztecas), influencia indígena que recibió el español de México y de allí pasó a otros territorios de América y a Canarias. Se mantiene el rasgo vivo y su presencia generalizada es reflejo de nuestras intensas relaciones con el continente americano.

6. En el español de Canarias el diminutivo suele formarse añadiendo el sufijo –ito a la raíz de la palabra (coche - coch-ito; luz - lucita) y no mediando un interfijo –ec- ( coch-ec-ito, lu-ec-ita), como se forma en el español septentrional. No debe, por tanto, prescribirse ninguna norma que obligue a tal restitución: ambas son formas perfectamente válidas, y no hay razones para prestigiar unas frente a otras. En este sentido, y en el mismo ámbito de la morfología, hemos de considerar también igual de válidos otros derivados como naranjero y canento, comunes en canario, frente a naranjo y canoso, de la modalidad castellana, derivados que resultan de la influencia que hemos recibido del portugués.

7. En cuanto al sistema pronominal, en el español de Canarias se utiliza el sistema más extendido en el mundo hispanohablante. Para los pronombres tónicos (en función de sujeto) el sistema es el siguiente: yo, tú / usted, él-ella, nosotros-as, ustedes y ellos-as. Hay otros sistemas hispánicos con más elementos en las formas del singular, como el de la modalidad austral: yo, tú / vos / usted, él-ella, nosotros-as, ustedes y ellos-as. O el de la modalidad septentrional o castellana, con un pronombre más en el plural: yo, tú / usted, él-ella, nosotros-as, vosotros-as y ellos-as, en el que se mantiene la distinción entre el tratamiento de confianza y el de cortesía también en el plural: tú – vosotros-as, usted – ustedes. En las modalidades americanas y en la canaria no existe el pronombre vosotros, y el ustedes cubre el campo de significación correspondiente al plural de tú y al de usted. Tampoco cuenta este sistema con la forma os ni la desinencia verbal –áis (cantáis), -éis (teméis), -ís (partís), pues el pronombre ustedes se conjuga con la desinencia del verbo en tercera persona: «ustedes cantan /temen /parten». No es normal en la modalidad canaria decir, por ejemplo, «vosotros os vais», sino «Ustedes se van», aunque al colectivo de personas a que se hace referencia se le dé trato de confianza. El uso del sistema del castellano peninsular, también legítimo, por supuesto, resulta muy extraño en el contexto de nuestra modalidad. Es preciso recordar, en cualquier caso, que en ciertas zonas de las islas occidentales se mantiene, entre hablantes de edad avanzada, un arcaico «vosotros» que se combina con un también arcaico «vos»: «vosotros vos vais», se escucha todavía.

8. En la modalidad canaria los pronombres átonos en función de complemento directo e indirecto (la, lo, le) se utilizan de acuerdo con la norma más general y más aceptada: «A Marta la veré esta tarde», «a Alberto lo encontré en el parque», «le regalé un libro a Ana». No se dan casos anómalos de laísmo («*La regalé un libro a Ana»), de loísmo («*Lo regalé un libro a Mario») ni de leísmo («*A Marta le veré esta tarde»). Con toda seguridad, un hablante del canario no necesita ningún conocimiento de gramática para utilizar estos pronombres adecuadamente cuando habla su dialecto con naturalidad.

9. En relación con el léxico conviene destacar dos aspectos: 1) el léxico mayoritario del español de Canarias es el del español general: madre, amor, mesa y cantar son parte del más del noventa por cierto de palabras que compartimos con los otros dialectos hispánicos; y 2) hay un aporte dialectal constituido por guanchismos (baifo, gofio, perenquén), americanismos (papa, guagua, guataca), portuguesismos (magua, maresía, jeito) y de otras procedencias (queque, majalulo) que, aun siendo minoritario es necesario proteger y promover, pues constituyen una extraordinaria riqueza patrimonial que es testimonio de nuestra historia y de nuestra identidad. Rechazarlo para sustituirlo por el de otras modalidades es una actitud que revela una cierta infravaloración que no merece nuestra modalidad.

10. Por último, una reflexión. Aunque podría admitirse que un canario adoptase otra norma extrainsular por alguna razón de admiración de la ajena o infravaloración de la propia (todo es posible en este mundo de la lengua siempre que actuemos dentro de los límites del sistema lingüístico), resultaría ciertamente sorprendente hacerlo así; del mismo modo que lo es cuando un hablante de la modalidad castellana septentrional miméticamente acude a la norma de una modalidad del español norteamericano, por ejemplo. Existe un ejemplo muy conocido de algún relevante político español, madrileño él, que habló con acento tejano en una rueda de prensa en los Estados Unidos: todos coincidimos en valorar que en tal ocasión nuestro ilustre representante hizo el ridículo más espantoso.

Los canarios posiblemente poseamos ciertas capacidades para usar uno u otros dialectos, por ser Canarias «un buen ejemplo de la receptividad de los lugares acostumbrados a acoger gentes de diversas lenguas y procedencias», como afirma Francisco Moreno Fernández en su excelente obra La maravillosa historia del español (Madrid, Instituto Cervantes, 2015); pero mejor resulta, sin duda, si lo hacemos como espontáneamente sabemos, sin vergüenza, con naturalidad, y nunca con afectación, sino con nuestra «cadencia» y nuestra «dulce dicción», cualidades que siempre destacó Gabriel García Márquez cuando quería elogiar la manera de hablar de alguno de sus personajes. Así, Simón Bolívar «hablaba con la cadencia y la dicción de las islas Canarias» (en El general en su laberinto), y el padre Tomás de Aquino de Narváez «era fino de gustos y maneras con la dicción dulce de los canarios» (en Del amor y otros demonios).

Y pocas veces se equivocó el Premio Nobel en la precisa descripción de sus personajes.

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