Venga, circule

El milagro

El milagro

El milagro

Meryem El Mehdati

Meryem El Mehdati

No existe generación a la que el amor no haya traído de cabeza. Todas han fantaseado con él, han aspirado a conseguirlo, han sufrido por él. La mayoría de las personas que pertenece a la mía parece estar obsesionada con los vínculos que se establecen y con su idea misma. Se observan las relaciones que se entablan con quienes nos rodean desde todos los ángulos posibles. ¿Son sanas? ¿Son honestas? ¿Son de igual a igual? Nos estudiamos a nosotros mismos desde dentro, desde fuera, filosofamos, nos componemos y descomponemos, volvemos al mismo lugar en el que estábamos antes de comenzar todo el proceso. Llevamos los lutos como pollos sin cabeza y cuestionamos qué es lo que atormenta de la ruptura: ¿la pérdida del Otro o la rutina que desaparece? Señalamos: esta relación es tóxica. Argumentamos: esta relación es de codependencia. El amor verdadero no existe. El amor verdadero es una mera ilusión. El amor verdadero es trabajo. ¿El amor verdadero? El amor verdadero. Dedica los días mi generación a la lectura de volúmenes como El fin del amor: una sociología de las relaciones negativas de Eva Illouz, o El fin del amor de Tamara Tenembaum, o Todo sobre el amor de bell hooks. Se comparten extractos de las cartas de Virginia Woolf a Vita Sackville-West o de Balzac a Eva en bucle. Se revisionan Antes del amanecer o Un paseo para recordar. Las conversaciones se tiñen de datos, referencias, comparación de notas. Creemos que entendemos lo que nos sucede porque ya lo explicó alguien hace años en alguna página de algún libro cuyas ventas vuelven a dispararse de la noche a la mañana. L’enfer c’est les autres sentenciaba Sartre, pero comienzo a pensar a estas alturas de la partida que no hay peor infierno que el de la convivencia de uno mismo con sus propios pensamientos.

En algunos círculos se proclama el fin de la pareja y de las familias y se aboga por diversas formas de entender el amor y las relaciones. ¿Es la soltería sinónimo de infelicidad? se preguntan los expertos, los escritores, los columnistas y los filósofos de Instagram. Se elabora una crítica a la organización de la sociedad actual y las políticas porque todo se ha concebido dando por hecho que el objetivo final de las personas reside en encontrar una pareja. Vivir solo conlleva el pago de un impuesto del que nadie parece hablar: el alquiler, la luz y el agua cuestan el doble de lo normal porque una única persona lleva sobre sus hombros peso de todos los gastos que otros comparten. Peroratas que comienzan con: “No te preocupes, vas a encontrar a alguien” o “Tienes que abrirte, no vas a conocer a nadie si no te arriesgas” se convierten en trámites rutinarios por los que se ha de pasar en las comidas o cenas de grupo. También en las bodas de amigos que años después parecen estar siempre a un segundo de emprender la huida de sus mujeres y hasta de sus hijos. Se siente cierta satisfacción de vez en cuando. Man is a wolf to man, pero cómo cita uno a Hobbes en el cumpleaños de una amiga que termina confesando entre copa y copa que ya no soporta a su pareja.

En estos días previos a otra de esas fiestas detestables inventadas por el capitalismo, aflora de nuevo la conversación sobre el amor. Yo celebro el cuestionamiento, el estudio y en ocasiones hasta el recelo. De vez en cuando vuelvo a una cita de Carmen Martín Gaite que nunca deja de conmoverme: “Lo primero que surge en los grandes amores creo que es esta ilusión (más o menos trabajosamente convertida luego en certidumbre) de que nos hemos topado con aquel interlocutor añorado desde la infancia, el que es capaz de derribar nuestras murallas de recelo y pudor y que parece responder derribando, a su vez, incondicionalmente las suyas. Y entonces se produce el milagro de la combinación azarosa e irrepetible que adviene con el intercambio”. Creo en su existencia, el amor verdadero, porque lo he visto a mi alrededor. De la misma manera en la que hay quienes solo creen en el paso de las estaciones porque ven cómo las flores y las hojas de los árboles cambian de color, desaparecen y con los meses vuelven a aparecer, otros solo creen en el amor cuando, en un momento de silencio, oyen un sonido que reconocen al momento. El poderoso latido.

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