Artículos de broma

Arrepentirse toda la vida

Isabel Preysler y Vargas Llosa.

Isabel Preysler y Vargas Llosa. / Europa Press

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Dos ancianos de la tribu han hablado estos días sobre el arrepentimiento. Mario Vargas Llosa –en un mes 87 años– dejó de estar «rodeado de sus libros» para salir a la intemperie social con Isabel Preysler. Ha vuelto al cerco bibliotecario y no se arrepiente de nada. Este es un caso de no arrepentimiento por acción. Ramón Tamames –hace tres meses 89 años– ha sido tentado por Vox para encabezar una moción de censura contra el gobierno de Pedro Sánchez y siente que, si no acepta, «puedo arrepentirme toda la vida». Este es un caso de evitar el arrepentimiento por omisión. El tamaño de la edad importa. ¡Larga vida a Ramón Tamames!, pero no le queda tanto tiempo para arrepentirse de ir al baile con Santiago Abascal. En cuanto a Vargas Llosa que le quiten lo bailao con Isabel Preysler.

El arrepentimiento es insatisfacción, un penar aliáceo, que repite. El arrepentimiento católico borra el daño a la propia conciencia por el reconocimiento del mal cometido y el propósito de enmendarlo. La Iglesia ha creado este estímulo, muy fidelizador, a cambio de la información confidencial. El FBI se lo ha copiado con los mafiosos que confiesan. Tiene más problema el remordimiento, ese reproche de la conciencia que mortifica por alguna acción u omisión. «Una jauría de remordimientos», cantaba Alberto Cortez. El remordimiento rememora. En la vejez, con la muerte cerca y la memoria flaca, no impresiona tanto. La libertad de los ancianos libres tiene que ver con la experiencia de una larga vida y la expectativa de una vida corta. Los casos de Vargas Llosa y de Tamames son oportunidades, una ocasión tardía de hacer lo que siempre ha gustado, de dar una vuelta más en el carrusel. En la tradición, el diablo tentaría con esta oportunidad. «Esto sólo sucede una vez en la vida», dijo Tamames de la oferta de Vox, como si fuera un participante en Eurovisión. Los dos ancianos han tenido una oferta a la edad en la que no se las dan a nadie, cuando menos riesgo tienen de arrepentimiento y de remordimiento, sobre todo si se tiene una casa donde volver o de la que no salir.

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