Ida y vuelta

Alexis Ravelo y la fraternidad de la literatura

Alexis Ravelo.

Alexis Ravelo. / ANDRES CRUZ

Luis León Barreto

Luis León Barreto

La literatura es un camino de búsqueda y de realización personal, crea mundos paralelos a lo real y lo hace a través de la palabra y la imaginación. Aquí, después de la pandemia se están multiplicando las presentaciones de libros, las convocatorias de grupos poéticos, cada vez más numerosos. La escritura se ha democratizado y cualquiera puede y debe sacar a la luz sus propuestas. Claro que a veces, la literatura entendida como competición puede generar arañazos en su fase de enfermedad infantil, eso me pasó con Alexis Ravelo en aquellos lejanos tiempos de la Asociación Canaria de Escritores. Hubo más: perdí amistades con Juan R. Tramunt, autor teatral que siempre le comenté a Antonio Lozano como merecedor de ser incluido en sus festivales de Agüimes, perdí aliento con Santiago Gil, con María Jesús Alvarado, Juan Carlos de Sancho y tantos otros. Pero la literatura ha de ser un camino de convivencia y de solidaridad, o no será nada. Establecer competitividad entre los letraheridos es un error básico, porque cada cual aporta algo que siempre será valioso.

Poco antes de su muerte Alexis estuvo internado en el Hospital Insular, pero casualmente nos encontramos Rosario y yo con él y su joven mujer Thalía haciendo la compra. Nada más vernos de lejos ellos dos dejaron lo que estaban haciendo y vinieron a darnos abrazos improvisados y urgentes, y la escena se repitió cuando nos íbamos. Creo que Alexis tenía una premonición: le quedaba muy poco tiempo.

A los pocos días también yo fui internado dos semanas en otro centro hospitalario, en el que me diagnosticaron ciertos padecimientos de manifiesta gravedad. La literatura es una luz tan efímera como la propia vida, y sobre todo lamenté aquel lunes de su muerte no poder asistir al tanatorio San Miguel para despedirme del amigo por última vez. Somos como aquellos pabilos de la noche de difuntos que encendía mi madre en vasos con aceite.

¿Qué es un escritor sino un quijotesco soñador de mundos diferentes, mundos propios en los que se refleja él mismo, su época, sus sueños? Si Alexis y su joven compañera vivían de una forma tan austera, si carecían de todo tipo de lujos, si eran de temperamento bohemio pero Alexis vendía ediciones tras ediciones, si ganaba premio tras premio y ya era reconocido a nivel nacional, a veces me pregunto si recibió los derechos de autor que le correspondían. Alexis se despidió de sus actividades en La Palma porque se sintió enfermo, y algo parecido debió sucederle a Dolores Campos-Herrero, que también tenía el presentimiento de que le quedaba poco tiempo por su cáncer. Por eso en sus últimos años de vida tanto Alexis como Dolores publicaron de manera intensiva, acaso porque sentían próximo su final.

La literatura debe generar una especie de hermandad entre quienes la cultivan porque no vivimos en un país donde se valore a los autores, de ahí que me alegro mucho de poder recuperar la amistad de gente que escribe y trabaja como yo por amor a la belleza, y al cultivo de historias que nos traigan algún mensaje. A fin de cuentas, podemos afirmar que los escritores somos una pequeña tribu despegada del conjunto social, nos sigue poca gente, tenemos parecidas carencias, podemos sentirnos en orfandad respecto a las instituciones y al poder. La cultura es aburrida, oigo decir por ahí, y sin embargo en la biblioteca de Arucas tuvimos el viernes 10 un acto divertido y lúdico con cuatro parejas de escritores que escriben, y muchos asistentes entre el público. Fue el acto más entrañable en mucho tiempo. Manuel Díaz es un activista ejemplar, gracias por todo lo que hace, por todo lo que promueve. Él y su joven mujer, siempre dispuestos a ayudar.

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