Desde la sala

Somos nuestros recuerdos

De la vida de Spielberg a la del rapero Xatar y terror español, en cines

De la vida de Spielberg a la del rapero Xatar y terror español, en cines

Myriam Z. Albéniz

Como cinéfila empedernida, procuro visionar a estas alturas del calendario la mayoría de las películas que optan a los premios más prestigiosos de la industria del Séptimo Arte. La semana pasada le tocó el turno al último trabajo del maestro Steven Spielberg, “Los Fabelman”, un ejercicio de nostalgia que me llevó a concluir que en nuestro mundo hoy conviven sin dificultad determinados fenómenos aparentemente contradictorios. Así, mientras cientos de investigadores centran sus esfuerzos en remendar los hilos de la memoria, otros tantos recorren el camino a la inversa tratando de encontrar una vía que nos permita eliminar los malos recuerdos, una especie de borrador selectivo que anule aquellos que nos torturan insistentemente. Esta idea asociada a la ciencia ficción no es nueva y ha sido llevada a la literatura y al cine en numerosas ocasiones. Sin ir más lejos, las víctimas de un trastorno de estrés postraumático protagonizan a menudo historias de angustia y sufrimiento que pueblan bibliotecas y salas de proyección.

Se trata de individuos que reviven su trauma una y otra vez, ya sea a través de pesadillas, flashbacks o remembranzas intrusas que escapan a cualquier control racional. En un porcentaje muy notable acuden a las consultas de los especialistas que, a través de terapias y medicación, luchan por rescatarles del pozo de unas dramáticas experiencias que no olvidan, pero cuya carga negativa consiguen rebajar con el paso del tiempo. Hace algunos años leí con gran interés el libro del prestigioso psiquiatra Luis Rojas Marcos “Somos nuestra memoria”, donde afirma que los seres humanos nacemos con una especial capacidad para almacenar en nuestra mente aquello que consideramos relevante para, en el momento oportuno, rememorarlo (Spielberg, por ejemplo, se sirve para ello de su filmografía).

En consecuencia, nos resulta tremendamente difícil imaginar una vida despojada de recuerdos y en la que nada tenga significado, sin sentido del tiempo ni el espacio, sin recorrido de pasado ni conciencia de futuro. Manifiesta el también profesor Rojas Marcos, desde su dilatada experiencia profesional, que la lección más fascinante que ha aprendido sobre esta materia ha sido comprender que la memoria no es un archivo perfecto ni un disco duro de ordenador.  Por el contrario, posee el don de renovar los datos que atesora, a fin de adaptarlos a los cambios que experimentamos en nuestra trayectoria vital. Así, con el transcurso de los años, sumamos y restamos detalles a las experiencias pasadas, de tal manera que reconstruimos nuestra historia con unas evocaciones modeladas y enmarcadas en el contexto de nuestras creencias y puntos de vista actuales.

En definitiva, somos la suma de lo que hemos sufrido y de lo que hemos gozado. Y, por extraño que pueda parecer, un proceso de duelo bien llevado permite que el sufrimiento ocupe un espacio en el que los malos recuerdos no estorben. ¿Qué es la vida sino una mezcla de aciertos y de errores, de fracasos y de superación? Lo que nos hace verdaderamente personas es esa combinación singular de episodios dichosos y desoladores, y la hipotética posibilidad de manipularlos nos condenaría a ser una sociedad perturbada, una colectividad “contra natura”. A título particular, siempre me ha preocupado esta moderna tendencia de querer solucionarlo todo con pastillas, con lo que este consumo conlleva de síntoma, de retrato de una sociedad que no tolera el menor contratiempo, que siempre tiene prisa para superar los desengaños y que considera reprobable que alguien se encuentre mal y pida un respiro o ayuda. Parece que el ser humano no cuente ya con recursos suficientes para solventar sus problemas diarios, o que el entorno no esté preparado para explicarle y acompañarle en procesos que, en contra de sus deseos, no son inmediatos. Lo cierto y verdad es que, sin memoria, no somos. Dicho de otra manera, somos lo que recordamos de nosotros mismos. Por esa razón, yo no quiero olvidar mi pasado. Porque me ayuda a enfrentar mi presente y porque, a veces gratamente, recordar es volver a vivir.

www.loquemuchospiensanperopocosdicen.blogspot.com

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