El artículo del día

Lo de Harry

Javier Fernández López

Juan José Millás es uno de los mejores escritores que tenemos en España, a mi juicio, claro. Desde que cayó en mis manos El desorden de tu nombre no he dejado de leer todas las novelas que ha publicado. Además, lleva años escribiendo columnas en la prensa, ahora también en este periódico, y hubo un tiempo en el que pensé que era el mejor columnista, ahora ya no. También ha publicado reportajes en semanarios y colabora en un programa de radio, que es donde le oí decir lo que ha motivado estas primeras líneas. Dijo, más o menos textualmente, que iba a leer el libro autobiográfico de Harry, el hijo pequeño del actual rey de Reino Unido, porque sabía quien era el escritor que le había dado forma y como le gustaba pasaría por alto el nulo interés que sentía por el joven británico. Discrepo de esa afirmación y creo que puedo citar un ejemplo personal. He leído gran parte de las novelas de Mario Vargas Llosa, y me han gustado, en general, mucho. Sin embargo, no leo los artículos que publica en prensa ya que lo hice con los primeros y la temática que suele tratar, así como la ideología que transmite en ellos, no me hacen ninguna gracia. Cualquier cosa que escriba un buen escritor no me lleva a su lectura. Y, desde luego, no pienso leer las memorias de Harry.

Afirmar que no sé de que tratan seria mentir ya que los lectores de prensa diaria, entre los que estoy desde hace muchos años, tenemos reseñas que en grandes titulares nos explican algunos de los asuntos que se tratan en ese libro. Un resumen de la idea que he sacado sería esta: quiere ajustar cuentas con miembros de su familia y necesita dinero, mucho, ya que su ritmo de vida no es barato.

El primero de los asuntos que me gustaría comentar al hilo de este libro es el egoísmo de este joven. Sabe que pertenece a una familia muy especial y que el aprecio de sus compatriotas es necesario para la pervivencia de la institución que ahora encabeza su padre (el oficial, el del parecido físico es otro), y le importa un bledo. Él y sus circunstancias, lo demás es baladí. Si alguien quiere ver en este joven un posible ejemplo, mal vamos. Lo segundo es el consumo de drogas, lo que reconoce abiertamente. Otra vez vuelvo al ejemplo, ¿ese es el que quiere dar? Y tercero, la violencia, menor en sus peleas con el hermano mayor y muy potente en su participación en la guerra en Afganistán. Está claro que en un conflicto armado se combate, y se mata o se muere, hay que obedecer órdenes, por supuesto. Pero mi pregunta es: ¿vanagloriarse de haber matado a más de veinte personas?.

No es el primer miembro de la familia real británica que incurre en conductas poco ejemplares, y con citar a su tío Andrés es suficiente, pero lo de este joven lleva camino de superar todos los antecedentes. Mucho están tardando en el parlamento en promover las disposiciones necesarias para expulsarlo definitivamente de cualquier protocolo oficial relacionado con la corona.

Ya que estoy escribiendo sobre un miembro de la familia real británica, voy a continuar con otros de lugares menos acostumbrados a escándalos provocados por personas reales o familiares suyos. Me estoy refiriendo a los reyes Harald de Noruega y Carlos Gustavo de Suecia.

En Noruega la sucesión no debe estar muy lejana por la edad de monarca y si se cumplen las previsiones el próximo rey será Haakon, casado con Mette Marit, pareja con muchas sombras, a decir de la opinión pública noruega, que no termina de ver con buenos ojos a la futura reina consorte. Su hermana María Luisa, que sería la deseada por bastantes ciudadanos de ese país, si la consideran de forma individual, pero que también es mal vista por su pareja, el chamán (así se presenta él) Durek Verret, persona a la que me cuesta mucho definir.

El rey Carlos Gustavo de Suecia es amigo de pisar algunos charcos cuando expresa sus opiniones. Al parecer nadie ha sido capaz de hacerle comprender que su cargo es de ejercicio, no de opinión, y lo que piense no tiene trascendencia alguna en las monarquías parlamentarias. Recientemente acaba de decir que si por él fuera lo sucedería su hijo Carlos Felipe, cuando por la legislación sueca lo hará la hija mayor, Victoria. Mal favor le ha hecho a la futura reina al considerar que no es la mejor candidata, invitando a sus compatriotas a dudar de su capacidad.

En Europa, en los países en los que hay monarquías parlamentarias, cada opinión publica las valora según criterios muchas veces dispares. Lo que sí es común en todos es que el ejemplo, la buena imagen, es un muy buen factor pensando en la permanencia. Los tres casos que he citado en este artículo no son los mejores. ¿Y en España? Alguien debería controlar a Froilán y a su hermana Victoria Federica.

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