Retiro lo escrito

Un mediador locuaz

Alicia Vanoostende, consejera de Agricultura.

Alicia Vanoostende, consejera de Agricultura. / Lp

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Ayer, en la comisión de Agricultura del Parlamento de Canarias, la consejera Alicia Vanoostende se puso nerviosa, aunque contuvo bastante bien su desasosiego. Bajo su apariencia afable y cortés la señora Vanoostende es un temperamento a medio camino entre Bruselas y Los Llanos de Aridane con una notable capacidad de autocontrol y concentración. Una de las críticas que recibió ayer es que el presidente Ángel Víctor Torres la había apartado en los follones que ha soportado el mundo agropecuario isleño en los últimos tres años, pero no fue así. El pasado año, ciertamente, Torres intentó aliviar el cansancio, el hartazgo y el cabreo de agricultores y ganaderos, y solo lo consiguió fugazmente. Porque sin duda la empatía es un rasgo político muy positivo, pero los problemas no se diagnostican ni resuelven acercándose con sonrisas y ojos golositos a la gente. Admito que prefiero un político ligeramente sociópata pero eficaz que a otro que llore en todos los entierros y siempre esté dispuesto a saludarte en cada esquina y sepa contar todos los chistes de gomeros. Pero un servidor es una rareza.

La dirección política de Vanoostende no ha contentado a casi nadie en el sector primario. La consejería de Agricultura, Pesca y Ganadería ha actuado en tiempos extraordinarios –en los que el sector primario atraviesa una situación casi agónica– como una ordinaria consejera de Agricultura, Pesca y Ganadería. En vez de promover cambios reglamentarios, procedimentales y logísticos para transformar su departamento en una verdadera herramienta útil y enfrentarse a una crisis que ya es existencial entre los ganaderos y muy grave entre los agricultores, Vanoostende sigue en su despacho como si fuera un Antonio Castro Cordobez con idiomas en los buenos tiempos. También es cierto que, salvo varios proyectos e iniciativas en el anterior mandato, la política agrícola canaria casi se ha reducido tradicionalmente al puro subvencionismo. La consejera ni siquiera ha sido capaz de hacer cumplir la ley de Cadena Alimentaria, excusando su inacción con una sucesión casi ilimitada de excusas cada vez más chorras. Aun así Torres no ha dudado un momento en que continúe en el cargo e incluso ha transmitido a Anselmo Pestana que Vanoostende sería una excelente número dos (¿y por qué no número uno?) al Parlamento por La Palma. Ya ha sido concejal en Los Llanos y consejera en el Cabildo palmero.

Los nervios de la consejera de Agricultura se debieron a las preguntas que los diputados Juan Manuel García Casañas (PP) y Mario Cabrera (CC) le propinaron en la comisión parlamentaria sobre el llamado caso Mediador. ¿Eludió las preguntas Vanoostende? No. ¿Las contestó inequívocamente? Tampoco. Por ejemplo, la consejera afirmó rotundamente que Antonio Navarro, el mediador arrepentido en los chanchullos de los Fuentes, no tuvo nunca despacho en la Consejería de Agricultura. Obviamente no lo tuvo: ni es funcionario ni estaba contratado. Pero pudo hacer utilizado ocasionalmente un despacho gracias al permisito del anterior y ahora investigado director general de Ganadería, Taishet Fuentes, sin que la misma consejera pudiera saberlo. A pesar de sus trucos dramáticos, de sus lagunas de memoria bien perimetradas y de una evidente voluntad de acojonar, no es prudente deducir que Navarro ha montado una fantasía sobre la base de cuatro pillerías; las investigaciones en marcha, la apertura de media docena de piezas separadas y la ingente cantidad de material audiovisual que ha entregado al juzgado no apuntan a esa dirección. Pero ha cometido un error: señalar que el presidente Torres conocía y aun toleraba las andanzas de los Fuentes. No cometamos nosotros otro dando credibilidad automática, sin una sola prueba, a un individuo sobre el que pesan indicios sólidos de media docena de delitos frente a un político que en un cuarto de siglo jamás ha pisado un juzgado por sospechas de corrupción.

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