Reseteando
¿Es inviolable la madriguera del ‘tito Berni’?
Vale para el tito Berni el artículo 66.3 de la Constitución, referido a la inviolabilidad de las Cortes, a la hora de resolver judicialmente el asalto de su despacho por la policía para incorporar a la causa del caso Mediador sus soportes informáticos? El fiscal Anticorrupción, que tampoco quiso meter en la cárcel al diputado socialista Juan Bernardo Fuentes Curbelo, tito Berni, se hace el remolón e insta a la juez a que pida una autorización al Congreso de los Diputados. Reaparece, por tanto, la tan cacareada inviolabilidad (sobadísima en el procedimiento contra Juan Carlos I), protección entendible en el ejercicio de las funciones del beneficiado. Declarar inviolable el símbolo democrático de San Jerónimo para no husmear en la madriguera de un presunto chorizo me parece, en frío y en caliente, un retortijón al texto constitucional. Entiendo que la inviolabilidad, en todo caso, es para evitar la violación de la máxima representación de la democracia, que viene a ser precisamente lo que ha hecho el imputado majorero gracias a la plena disposición del acta como diputado. El rechazo a la petición de la investigación policial por parte de la Fiscalía Anticorrupción no hace otra cosa que desproteger a los votantes, que esperan de los que se sientan en el Hemiciclo la pulcritud y limpieza necesaria en la política, ajenos a la lacra de las corruptelas y nutridos de los emolumentos asignados. Tito Berni no lo ha hecho, por lo que su despacho debe ser revisado de arriba abajo, como lo han sido otras dependencias relacionadas con su vida privada. No hacer el registro en la guarida del considerado como el engrasador de la trama sería dotarlo de una ventaja incomprensible, situada al mismo nivel que la decisión de dejarlo volar fuera de presidio contra el criterio de la juez y bajo el paraguas del fiscal. Se dice que allanar el 66.3 sería un hecho inédito, pero inédita es también la alarma social que pone de manifiesto un episodio que no sólo desbroza tácticas de corrupción, sino que añade una inyección diaria de desencanto por las conductas de unos bestias desmadrados.
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