Tropezones

Religión de verdad

Lamberto Wägner

Lamberto Wägner

Me aseguraba el otro día mi buen amigo R.S. que se sentía privilegiado al pertenecer a una religión que era la verdadera, y por tanto deduzco yo que la de mayor solvencia a la hora de garantizarse un tránsito hacia una vida mejor, llegado el momento.

En las cuestiones de fe no es aconsejable meterse en jardines, pero tan sólo a título de reflexión, me permitirá mi amigo una mera exposición sobre las cuatro principales religiones practicadas, o por lo menos seguidas en el mundo actual, con las pertinentes cautelas en los números, tan relativos como las propias creencias que los sustentan.

El hinduismo es la más antigua, con unos orígenes que se remontan por lo menos a diez siglos antes de Cristo, con aproximadamente 1000 millones de seguidores en nuestros días.

El budismo le sigue cronológicamente, con antecedentes de cinco siglos antes de Cristo y con unos 230M de adeptos en la actualidad.

El cristianismo que arranca con las enseñanzas de Cristo, cuenta hoy con unos 2000 M de seguidores, aunque el número de practicantes sea muy difícil de determinar.

El Islam, unos seis siglos después de Cristo, siguiendo las consignas de su profeta Mahoma, cuenta con el segundo mayor número de creyentes, del orden de los 1600M.

Yo no he querido preguntarle a mi amigo si su creencia pertenece a las de mayor abolengo, o si tuvo la inmensa fortuna de estar su religión verdadera entre las religiones alumbradas posteriormente al haber quedado lógicamente descatalogadas las anteriores.

Lo que por lo menos sí observo en el trato con R.S. es que su religión no le obliga, como la salafista, a dejarse la barba, y que tampoco el turbante sikh corona obligadamente su cabeza.

Y por el trato me da la impresión que tampoco figura el ayuno entre sus normas, y visto lo vivido en nuestras correrías gastronómicas, sus creencias no parecen privarle de comer y beber de todo, a cualquier hora del día, y en cualquier época del año.

Por todo ello no me he podido contener, y me he visto obligado a preguntarle si una religión que presumía de ser la verdadera no merecía algún tipo de sacrificio, o cuando menos una pleitesía, una entrega a su ser supremo, vamos, alguna deferencia.

Pero mi amigo me contesta que naturalmente que honra a su creencia, y que lo lleva a cabo asistiendo a cuantos homenajes se le rinden a su culto; que por ejemplo no se pierde ni un concierto sacro, ni deja de asistir por semana santa a los múltiples homenajes religiosos, ya sea en forma de las distintas pasiones de Juan Sebastián Bach, o las misas de Mozart, con especial veneración por las de Requiem y de Coronación. Sin olvidar asistir a algún rancho de ánimas. Me aclara asimismo que también es un gran aficionado a la repostería religiosa, siendo las yemas de Santa Teresa, los Huesos de Santo y los bollos de alma algunos ejemplos de su particular predilección.

Vamos, que esta especie de culto por delectación me ha dejado impresionado. A lo que mi amigo parece aspirar quizá no sea como yo creía a un salvoconducto para el más allá, sino un gratificante modus vivendi para el más acá. ¡Por lo que tampoco habrá de extrañarnos que califique a su orientación religiosa como la verdadera!.

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