Observatorio

Los motivos del lobo

Los motivos del lobo

Los motivos del lobo / ILUSTRACION. HOJAS DE UN LIBRO VOLANDO. Open flying old books.

Rosa Ribas

Conservo pocos objetos de mi infancia. Es normal. Cuando eres pequeña no puedes imaginar las nostalgias futuras. Y, aunque soy la hermana mayor, es decir la que no rompe las cosas, he tenido dos hermanos con el derecho de destrucción que otorga que no haya nadie detrás esperando heredarlo. A eso hay que sumarle el efecto depurador de las sucesivas mudanzas. La primera, aquella en la que abandonas la casa familiar, es la más inmisericorde, ya que el deseo de empezar algo nuevo y propio se impone a la sentimentalidad y dejas atrás objetos que extrañarás algún tiempo después.

Por eso conservo como un pequeño tesoro uno de los pocos supervivientes: un calendario de mesa. Fue un regalo de cumpleaños. Creo recordar, aunque quizá me lo estoy inventando, que mi padre, que era viajante comercial, lo trajo de alguno de sus viajes. El calendario está formado por tres dados de madera de dos centímetros de lado. Dos de ellos tienen números en las caras y en el tercero aparecen los días de la semana. Sábado y domingo comparten una de las caras del dado. Los tres dados están alineados en una pequeña cajita abierta por arriba, de modo que cada día tienes que sacarlos y poner la fecha correspondiente. Está decorado con una figurita de metal de un personaje de Disney, de unos 10 centímetros de altura. Una figurita cuya elección y posible mensaje me siguen intrigando aún hoy.

Porque mi hermana, que cumple años tres días antes que yo, recibió también un calendario como este, con la figurita de la pata Daisy. Mi figurita es también un personaje de Disney: el lobo feroz de Los tres cerditos.

Cada vez que lo miro no puedo evitar pensar: ¿por qué el lobo feroz? Dejo fuera la pregunta de a qué fabricante se le ocurre escoger al lobo para decorar sus calendarios. Aunque, bueno, uno lo vendió. Vuelvo a mis interrogantes. ¿Por qué el lobo feroz? ¿Veía mi padre en mí algo feroz también y pensó que esa figurita me identificaba? ¿O quizá él, viajante comercial atribulado, no se fijó bien y creyó que era un perrito con sombrero? Un perrito muy fiero, hay que decir, ya que, debajo del sombrero, se aprecia su expresión amenazadora y tiene los brazos en jarra a punto de tomar aire dispuesto a derribar la casa de alguno de los cerditos.

No, no era un perrito, era el lobo feroz. Mi lobo feroz. Cada mañana, cuando cambiaba los dados de madera para poner la fecha, el lobo me saludaba con su pinta de malote. Y poco a poco empecé a mirarlo con otros ojos. Lo que significaba que también empecé a mirar a los cerditos con otros ojos. Con los del lobo. Y entendí la historia de otro modo. Entendí que, en realidad, lo que el lobo tenía era hambre y que necesitaba comerse a esos cerditos, que, además de parecerme algo idiotas, se veían cada vez más apetitosos.

Toda una lección precoz de cómo funciona la perspectiva en un relato.

¿No era así en muchos de los documentales sobre animales que veíamos en la tele? Detrás había un guion, una dramaturgia, por lo tanto, también una perspectiva. Según cómo nos contaran las imágenes, nos hacían estar a favor de la dulce, tierna y bella gacela que huía de los depredadores o nos preocupaba que las leonas no la capturasen, y los dulces, tiernos y bellos cachorros de león pudieran morirse de hambre, con lo cual la dulce, tierna y bella gacela pasaba a convertirse en jugosa carne. La gacela tenía sus motivos, sobrevivir. Los leones tenían sus motivos, sobrevivir. La perspectiva determinaría quién era el protagonista de la historia.

Después vendrían lecturas, reflexiones más o menos sesudas al respecto, estudios, la experiencia y el reconocimiento de que una de las decisiones esenciales y difíciles a la hora de contar una historia, que marcará el tono, el carácter, los protagonistas de la novela es la perspectiva, que no empiezas a escribir de verdad la novela hasta que no sabes desde dónde se está contando. Pero la primera lección me la dio el lobo feroz del calendario que ahora tengo sobre una estantería de mi estudio. No cambio los dados para saber la fecha, sino que los he dejado descansando en el día de mi cumpleaños. De vez en cuando lo miro y le pregunto si tiene algo más que decirme, porque la lección sobre la perspectiva estuvo muy bien, pero… ¿por qué un lobo feroz?.

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