Las aspirinas inglesas y el cambullón

Los beneficios que ha traído el Puerto de Refugio de La Luz son innumerables para la población de Gran Canaria. No solo desde el punto de vista económico y social, sino también medicinal, ya que el contacto con el Reino Unido a través del paso de vapores aseguraba la llegada de productos para el consumo local, siendo en muchas ocasiones primeras novedades a nivel mundial que ponían en ventaja a la población local, para gozar de sus excelencias frente a la metrópoli.

En la segunda mitad del siglo pasado, en la zona portuaria entre La Isleta y el Parque de Santa Catalina, pasando por el barrio del Refugio, se difundió a través del gremio de los cambulloneros, -auténticos intermediarios entre las tripulaciones de los barcos británicos- el ofrecimiento de unos frascos de cristal conteniendo las famosas grageas connocidas como aspirinas inglesas, que empezaron a comercializarse a principios del siglo XX en Europa. Este analgésico era ideal para combatir los procesos febriles, gripales y reumáticos. Se vendían como rosquillas y eran demandadas por la población, aunque de forma clandestina, especialmente en bares y en puestos de la Plaza del Puerto y los quioscos del Parque de Santa Catalina. Eran tiempos de escasez y miseria y casi un centenar de cambulloneros iban de un lugar para otro ofreciendo tan benéfica medicina entre la población.

Tras la aspirina llegó la penicilina descubierta por el Dr. Fleming. Se empezó a difundir como un milagro en la década de los 40 con general beneplácito, como un antibiótico revolucionario que salvaba las vidas. Luego llegó para mejorarla la estreptomicina.

Son recuerdos de una vida, pero que tuvieron su protagonismo en el puerto de La Luz con los cambulloneros como testigos, hombres valientes para lograr la supervivencia y hacer el bien a sus compatriotas. Vaya nuestro homenaje en el tiempo del recuerdo y agradecimiento.

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