Reseteando

Moción de censura: «Hay gente pa to»

Alfonso Guerra y Susana Díaz, en una imagen de archivo

Alfonso Guerra y Susana Díaz, en una imagen de archivo / EP

Javier Durán

Javier Durán

Los años en este oficio permiten adquirir herramientas emocionales para abordar los burros volando, algo así como que nunca puedes cerrar el ciclo de la experiencia y que los hechos vividos son tan extremos que es imposible –o eso cree uno– que nada de lo que pase puede ser superior. Este manual de supervivencia o de filosofía barata se cae por su propio peso con la moción de censura de Vox prevista para hoy en solemne sesión en el Congreso, agitada por el discurso justificativo del excomunista y catedrático Tamames. A este país, como vaticinó Alfonso Guerra con la entronización del felipismo, no lo iba a conocer nadie. Y no sólo eso, sino que el periodo que abrió el golpe militar del 36, la Guerra Civil, el exilio republicano, la eterna posguerra, la dictadura y la Transición hizo de los españoles seres esperpénticos trufados de atrasos. Personalidades únicas, por tanto, alicatadas bajo el derroche de la represión católica y política, espíritu sostenido en formol por la generación nacida en la llamada paz de Franco y con daños colaterales sobre el baby boom que se educó en estricto mandato confesional. Este solomillo entreverado primorosamente por una red de silencios, olvidos, odios, esperanzas y bastantes dosis de humor ha conjugado a un demócrata sui generis, españolísimo, muy Paco Martínez Soria, que opina de todo aunque no haya leído nada al respecto. Esta inmadurez, que tiene su reflejo en una clase política con muchas cojeras, resurge plena con el esplendor de su mejor pan dorado: una censura que supera, por su componenda, a un cruce entre mapache y pangolín a la hora de poner algo de genética a la alianza que domina hasta mañana al excelso parlamento nacional. «Hay gente pa to», dicen que afirmó el torero Guerrita, otros se la atribuyen a El Gallo, cuando le dijeron que Ortega y Gasset era filósofo, espantados –uno y otro– de que hubiese gente con tal profesión. Tamames y Abascal, el profesor por delante, tocarán la flauta, creo que sin éxito, aunque me llega el olor a gofio recién molido de que el espectáculo está garantizado.

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