Retiro lo escrito

Una inútil lección

Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz.

Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz. / José Luis Roca

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Si lo de ayer en el Congreso de los Diputados fue un circo Pedro Sánchez, sin duda, ha sido el payaso ganador. Pero yo no creo que fuera un circo. Fue un debate electoral, y hay que ser un verdadero melón, como lo es Santiago Abascal, un melón en ese inmenso melonar que es Vox, para creer que el resultado final podría ser de otra forma. Sánchez no es un político particularmente inteligente ni un orador excepcional, pero lo que tiene delante, parlamentariamente, da grima. Es patético que el jefe de la oposición, un tal Núñez Feijóo, se ausente de la Cámara Baja la jornada en la que se defiende una moción de censura contra el presidente del Gobierno. Estar ahí no era una relajada opción para el líder del PP, sino una palmaria obligación. Se le eligió y se le paga por esto. Claro que si los líderes del PP se ausentan de las mociones de censura de las que son objeto, como hizo Rajoy en 2018 para marcharse a un restaurante cercano y hartarse de Anís del Mono, ¿por qué van a tener que asistir a las mociones de censura que le ponen a otra persona? Así que ayer por la mañana la Raposa de Os Peares –como lo llama Fabián C. Barrio– prefirió visitar al embajador de Suecia, insospechada prioridad en la agenda del PP. Menos mal que el representante diplomático habla español, porque si no Núñez Feijóo hubiera tenido que explicarse por señas. Una expresión de necedad e irresponsabilidad política inauditas.

Tal y como se esperaba Ramón Tamames no pronunció un discurso, sino que leyó una lección. De vez en cuando los de Vox le aplaudían sin exageraciones. «Y todo el coro infantil/va cantando la lección,/ mil veces ciento, cien mil,/ mil veces mil, un millón». Yo recuerdo discursos de Tamames en escaños y mítines: sabía darlos, aunque estaban demasiado espolvoreados de desprecio y de vulgata marxista. Un desprecio intenso, agrio, sudoroso, que reclamaba chorros de Varon Dandy, colonia burguesa que usaban o merecían usar los catedráticos comunistas. Ahora Tamames es un señor muy mayor que ofrece una lección simplificada en la que estaban incluidas algunas evidencias críticas sobre la gestión del Gobierno sanchista, pero desprovistas de cualquier tratamiento político, deshilachadas, casi aforísticas. Para desactivar la potencia política y mediática de la moción Sánchez solo tuvo que hacer tres cosas: tomarse mínimamente en serio el paripé, abusar de los tiempos charloteando sin parar y, por supuesto, dejar media horita a Yolanda Díaz que, para variar, no dijo más que bobadas insustanciales. El presidente habló en total cerca de tres horas. Claro, mintió. Sánchez necesita mentir incluso cuando dice la verdad. Tuvo un moderado pero indiscutible éxito en asociar Vox con el Partido Popular gracias a la anunciada abstención de los conservadores. Contentó a sus bases. Con eso, con evitar más fugas de votantes y con un yolandismo que embelese a su izquierda –el yolandismo debe servir para preservar a Podemos y las mareas de una crisis existencial, de un hundimiento anónimo e irreparable– el presidente ya lo tiene hecho. Con 120 diputados basta para gobernar las Españas. Porque el PSOE hace ya tiempo que abandonó cualquier anhelo de amplia mayoría social y parlamentaria, no digamos de hegemonía. Con el sanchismo no se reconquistan amplias mayorías: se resiste como minoría más votada. Y eso, por supuesto, condiciona tu proyecto de país, tu cultura política, la misma salud democrática del PSOE, que pasó de un liderazgo carismático (Felipe González) que respetaba el pluralismo de la organización a un liderazgo cesarista que no lo tolera. A Sánchez no lo sacarán jamás de La Moncloa con una moción de censura. Ni siquiera simbólicamente. Lo sacará quien construya y desarrolle un proyecto político y social con vocación mayoritaria, moderado e inclusivo que comprenda, entre otras cosa, que debe llegarse a un acuerdo de reforma de la articulación político-territorial del Estado.

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