Mirando despacio

‘El arte de perder’

Perder alguna cosa cada día

Perder alguna cosa cada día / Carol Álvarez

Te atreves a perder tu tiempo? Ante esta pregunta, la mayoría de nosotros respondería con una contundente negativa. Agendas repletas y actividades sociales a todas horas evitan que se nos escape un solo minuto. Todo el día ocupado para aprovechar nuestra vida… La segunda pregunta y algo más profunda estaría relacionada con el significado de perder el tiempo. Pregunta muy abierta que ofrece múltiples interpretaciones. Para algunos, malgastar el tiempo consistiría en ver la tele o invertir horas en las redes sociales, para unos pocos podría ser salir de fiesta, para otros muchos residiría en quedarse en casa descansando o leyendo… Lo que sí es cierto es que para todos la expresión «es una pérdida de tiempo» se ha convertido en una frase maldita y, por tanto, huimos ante una situación que huela a no hacer, a parar. ¿Acaso parar no es vivir?

«Si nos enseñaran a perder, ganaríamos siempre», Albert Espinosa.

Sin embargo nos enseñan a ganar. Debemos aprobar los exámenes, triunfar en el trabajo, ser capaces de mantener la llama del amor en nuestra pareja… Aquel que fracasa en sus relaciones, que cambia de opinión a mitad de su carrera universitaria o no progresa en su trabajo, inmediatamente adquiere el título de perdedor. Como bien reza el dicho «rectificar es de sabios». No existe evolución, no existe transformación, si antes no ha habido algún error, algún tropiezo que nos mueva hacia el cambio. Quizá debemos perder para luego ganar. Quizá, en muchos casos, perder y ganar se conviertan de alguna manera en sinónimos.

Elizabeth Bishop, poetisa de principios del siglo XX en su poema El arte de perder aboga por practicar la habilidad de perder. Un poema exquisito cargado de ironía que nos induce a aceptar que todos perderemos algo en nuestra vida. Desde perder unas llaves hasta perder un amor… Hoy me uno a la reflexión de la poeta y pienso en las personas que se pierden a sí mismas, las que pasan la vida buscándose. A la larga esa búsqueda sabemos que conlleva una enorme ganancia. Mario Benedetti alude también a esta idea en su libro Biografía para encontrarme. Imprimiendo ese toque de sensibilidad y su afán por la crítica social, ofrece pinceladas sobre asuntos tan profundos como el vacío existencial, el coraje, el pasado, el futuro, el miedo o el amor. ¿Cómo no hablar de dualidad? Sin duda, existe la alegría porque existe la tristeza, existe la ira porque existe la serenidad y existen los vencedores porque existen los vencidos.

No se equivocaba Bishop, todos perdemos segundos de vida desde el mismo momento en que nacemos. Aligeremos o frenemos nuestro paso, el tiempo transcurre inexorable. Nos obstinamos en correr reloj en mano, muchas veces sin rumbo, sin destino. No es ningún desastre equivocarnos, creo que el desastre llega cuando no somos conscientes de cómo vivimos nuestros días. Es un desastre además vivir desde el miedo y no arriesgarnos a perder. Sugiero escatimar esas palabras que azotan nuestros instantes: nunca, siempre, mañana, todavía, tarde, pronto, después… Adverbios que consumen nuestra existencia, que se vuelven dueños de nuestras vidas. Probemos a saborear palabras como fácil, despacio… probemos a aflojar la marcha, respirar tranquilos, fluir,... Es hora de regalar tiempo, dedicarnos tiempo y quizá sea hora también de perder la noción del tiempo.

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