Retiro lo escrito

Los diez millones de Martín

Los diez millones de Martín.

Los diez millones de Martín.

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Al parecer en el entorno del presidente del Cabildo de Tenerife, Pedro Martín, se han quedado asombrados por la negativa de la Universidad de La Laguna a comenzar su actividad laboral a las diez de la mañana y contribuir así a la descongestión del tráfico en la autopista del Norte. Martín ofreció diez millones de euros, diez, como el padre de un secuestrado en una película de Mel Gibson. «Diez kilos en billetes pequeños y ustedes me dejan la autopista tranquila». Según los rumores de rigor la ideaca se le ocurrió a un asesor de Martín que la acogió deslumbrado por su sencillez. Nadie le contó al presidente, al parecer, que sus dos antecesores al frente del Cabildo insular mantuvieron diálogos frustrados con los sucesivos equipos rectorales de La Laguna sobre este mismo extremo. Es pueril proponerles a los 23.000 estudiantes, los 1.700 profesores y los 850 profesionales del personal administrativo y de servicios de una Universidad que retrasen 60 minutos su horario, como si toda esa gente se dedicara a gandulear por los pasillos o recitar fotocopias en las aulas, y una hora de retraso no significara nada en términos académicos, económicos o sociales. ¿Por qué no dirigirse a las consejerías y empresas públicas ubicadas en el edificio Múltiples II y sí a la Universidad lagunera? ¿Qué versión de Los incorregibles albóndigas tiene Pedro Martín en la cabeza?

Ha sido un intento de lograr lo imposible firmando un cheque dos meses antes de las elecciones locales. Es algo similar, aunque más estúpido, que aprobar ayer en Consejo de Gobierno el proyecto de decreto que regulará las prestaciones económicas vinculadas al cuidado de las personas en situación de dependencia, aumentándolas en el caso de prestación económica vinculada al servicio u prestación económica para cuidados en el entorno familiar. El decreto entrará en vigor en abril y las ayudas comenzarán a disfrutarse que por mayo era por mayo y por pura casualidad. Habrá que esperar el conjunto de soluciones que sin duda despejará los carriles antes de terminar esta década. ¿No han visto a Arriaga inaugurando por ahí carriles para bicicletas, guaguas y militantes de Ciudadanos? Paciencia.

En realidad sería sencillísimo eliminar los atascos minerales que martirizan todas las mañanas a los automovilistas que intentan entrar –y asombrosamente suelen conseguirlo– en Santa Cruz de Tenerife y, muy en segundo lugar, en La Laguna. Bastaría con romper uno de los derechos más y mejor reconocidos de toda la cristiandad: el derecho de disponer de un coche o una moto y desplazarse donde, cuando y con quien se quiera sin ninguna limitación imaginable. El automóvil es una expresión de una irrestricta libertad de desplazamiento que no se sujeta a ninguna limitación por razones organizativas, medioambientales o económica. Más de un tercio de los vehículos que agonizan en las colas desde la madrugada solo transportan a un único viajero: el que conduce. Una situación demencial, pero cuestionar el derecho a estrangular la circulación y emitir mierda por el tubo de escape suele merecer que te llamen imbécil, ignorante o periodista, cuando no cosas peores. Cuando servidor era adolescente solo los hijos de los ricos llegaban a la Universidad en coche entre suspiros de envidia o paseaban su moto como un trofeo casi sensual. Más rápida que lentamente la situación fue cambiando. El alumno que mediada la carrera no tenga coche ya es un desdichado friki. Cerca de 10.000 estudiantes vienen y van a la Universidad de La Laguna cada día. El parque de turistas supera el medio millón hace ya varios años. Es imposible solucionar esta situación sin regular –es decir, limitar– reglamentariamente el uso del automóvil privado y esa decisión es políticamente inimaginable y jurídicamente compleja. Solo podría reivindicarla y desplegarla un partido: aquel que esté dispuesto a ser machacado en las urnas después de haber resuelto el problema.

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