Volando bajito

La mala vida

Una mujer con signos de maltrato.

Una mujer con signos de maltrato. / CRISTINA VILLAR MARTÍN

Marisol Ayala

Marisol Ayala

Vivió durante buena parte de su vida atada a un hombre que ni la quiso, ni la respetó. Lo único que respeto de aquella pobre mujer fue su capacidad para el trabajo y el ahorro. Ella contaba orgullosa que «de un duro hago tres». El día que una vecina le contó que, a Juan, así se llama el machito, lo veía salir de alguna casa de prostitución fingió que le importaba poco pero era mentira. Tenía buenas tragaderas y a su manera vivía como podía, esquivando golpes. En casa cuidó de los hijos y del demonio de su marido. La mujer desarrolló una sumisión que conocían bien sus vecinos y la familia más cercana, pensaba unas cosas y hacia otras. La mujer sabia que era víctima de malos tratos pero nunca lo denunció. El miedo la paralizada hasta ahora. En diciembre dio el paso y le pidió a unos de sus hijos que la llevara a la comisaría. Meses antes supo por boca de ellos que papá, cuando la casa estaba en silencio se metía en sus camas y abusaba de ellos. Como en tantos otros el límite eran los muchachos. Hasta ahí. Ya está metida de cabeza en el proceso, tiene abogada y gente cercana que la orientan y poco miedo.

«A mis hijos, no».

Regalo que le compraba su ogro suponía un encuentro carnal y meses de paz, solo eso. Paz por poco tiempo. Aún así no recibía un gesto de cariño. La señora ahorró durante años para comprar un coche que era su ilusión pero cuando llego el vehículo sus dos hermanas supieron que ese regalo seria para el machote que se lo ganó a pulso con sus falsos arrumacos. Ella, pobre, le pedía que salieran a dar un paseo y ella sacaba tres o cuatro calles que tres calles, las que separa de la casa familiar.

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