Retiro lo escrito

Nadie delante

María Dolores Corujo y Hugo Delgado en la presentación del proyecto del crematorio público para mascotas en Lanzarote.

María Dolores Corujo y Hugo Delgado en la presentación del proyecto del crematorio público para mascotas en Lanzarote. / C. P. L.

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Cuentan los más apuretados del lugar que Manuel Hermoso sufrió un pequeño ataque de pánico cuando ofreció su primera rueda de prensa como presidente del Gobierno de Canarias, allá por la primavera de 1993. Hermoso no era precisamente un novato ni un hombre pusilánime: había sido doce años alcalde y año y medio vicepresidente. Pero la púrpura le imponía, y los periodistas –entonces apenas una decena en la sala entre redactores y cámaras– le abrumaban y temía soltar inadvertidamente alguna estupidez. Qué tiempos. Ahora –y desde hace mucho– son los periodistas los que se ponen nerviosos o, en el mejor de los casos, muestran una indiferencia brutal y mastican sus preguntas como un chicle. Pequeño detalle de atrezo: el repeluz de comparar la ropa de los periodistas con la del consejero, diputado o presidente cabildicio de turno. Camisetas baratas frente a camisas hugoboss, vaqueros de grandes almacenes frente a vaqueros calvinklein, cholas desgastadas frente a lottusse centelleantes. Los periodistas –como ocurre a otros muchos grupos profesionales– ya apenas son clase media. El diputado o viceconsejero, en cambio, ha escalado a clase media alta. El contraste deviene cada vez más notable entre los que preguntan o intentan preguntar y los que responden o simulan responder.

No es un asunto principalmente económico. Lo que ocurre es que la élite política ha descubierto que no tiene a nadie enfrente. Sus antiguos miedos, reservas y recelos casi se han evaporado. La indecencia ya no es peligrosa. La corrupción no supone un riesgo reputacional grave. El cinismo no merece ningún castigo. Los dirigentes políticos han metabolizado que no existen razones éticas de las que pudieran temer un castigo electoral o una descomposición de sus respectivas organizaciones. ¿Los tránsfugas? Al transfuga –si es imprescindible para gobernar– se le premia y se le incorpora en la lista como pago en diferido y es irrelevante que se llame Evelyn Alonso o Matilde Zambudio. También gobierna Dolores Corujo el Cabildo de Lanzarote gracias a un tránsfuga expulsado de Coalición Canaria, y nadie, incluido Podemos, se escandaliza demasiado, y menos que nadie, la propia Corujo, cuyo principal objetivo político es, a imitación de ciertos microorganismos letales, autorreproducirse indefinidamente. Todos los partidos tienen sus tránsfugas despreciables pero bien amados, al igual que todos los Estados, según el presidente Harry Truman, tiene sus hijos de puta.

¿Y lo de blindar en el reglamento del Parlamento de Canarias que todos los diputados sigan cobrando sus sueldos después de ser disuelta legalmente la Cámara? En el último pleno parlamentario –esto se hace siempre al final de la legislatura, deprisa y corriendo– se explicó que, al fin y al cabo, eran apenas dos meses de salario. Parecía un chiste. No es suficiente que sigan en funcionamiento y cobrando la Mesa de la Cámara –lo que tiene cierto sentido– y ni siquiera la abultadísima Diputación Permanente –de la que forman parte cerca de un tercio de sus señorías–. Los dos salarios tenían que universalizarse, tal vez porque entendieron que esa medida reflejaba realmente la democracia consustancial con la institución parlamentaria.

Tampoco hay problemas en condecorar a responsables políticos mientras ejercen sus cargos por la voluntad de compañeros de partido que los valoran y los quieren mucho. Anselmo Pestana le impuso a Julio Pérez, consejero de Administraciones Públicas, la encomienda de Isabel la Católica, y a Augusto Hidalgo, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, la orden del Mérito Civil, lo que aún es más pasmoso, porque Hidalgo es candidato al Cabildo Insular por el mismo partido que ocupa y usufructúa el Gobierno que lo enmedalla. No esperan ni tres días, ni tres meses, ni tres años. Porque suyas son las medallitas, los honores, la desvergüenza incansable, la pachorra infinita, el poder y la gloria.

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