El palique

Quién se ha muerto

Derbi de baloncesto en Canarias: Lenovo Tenerife vs Gran Canaria

Derbi de baloncesto en Canarias: Lenovo Tenerife vs Gran Canaria / Carsten W. Lauritsen

José María de Loma

José María de Loma

Los obituarios son los textos más divertidos de los periódicos. Hagiografías de urgencia, vidas abreviadas en quinientos caracteres, «qué hondo pesar en la ciudad».

Hay quien los busca ansioso como quien busca el resultado del equipo local, como quien busca las farmacias de guardia o la columna del experto en baloncesto. Al redactor de obituarios nunca le falta trabajo y posee la ventaja, frente al columnista político, de que el aludido nunca se va a quejar. Las prácticas del redactor de obituarios son los epitafios. El redactor de obituarios tiene los adjetivos elogiantes siempre muy a mano y si conoce al finado mete prosa sentida pensando en la familia, que lo leerá por la mañana –quizás camino del notario– con sueño, dolor, café y bollos, hay que ver lo bien que escribe este hombre y lo que quería a tu padre. Ha de ser viva la prosa sobre la muerte. Un obituario nunca debe proporcionar un aburrimiento mortal.

La leyenda dice que en los periódicos tenemos una nevera con necrológicas de gente conocida para que cuando casquen no haya que quedarse hasta las tantas y la cosa se publique con prontitud: es una verdad moribunda sobre la que habría que escribir un obituario. La gente famosa si además es elegante se muere por la mañana y así vive todo el día en las redes sociales, en las webs y las televisiones y al día siguiente ocupa un buen espacio en los rotativos. Si se muere a las nueve de la noche ya se hace tarde, el obituario se abrevia, los tuiteros están cansados o cenando hiel y ya no es lo mismo. La posteridad a corto hay que trabajársela. Algunos escriben de quien palma escribiendo sobre ellos mismos, yo tomé un día café con él y aprendí mucho y tal y cual. Otros buscan notoriedad resaltando defectos del difunto, desconociendo que en España se entierra bien y solo se habla mal de los muertos que llevan mucho tiempo muertos.

Es una canallada meterse con alguien que murió ayer pero no pasa nada por ciscarte en quien pereció en el siglo XIX. En el XX, incluso.

Sobre el periodismo también se redactan obituarios, cada dos por tres se le da por muerto, como se ha hecho toda la vida con la novela o con el teatro. Con el bádminton no y yo no es que vea muy vivo al bádminton, la verdad.

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