Sol y sombra

Ventolera regatista

El príncipe Enrique no ve posible volver a sus funciones en la casa real

El príncipe Enrique no ve posible volver a sus funciones en la casa real

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

Lo mejor sería dejar de preocuparse tanto por lo que le sucede al rey emérito, a no ser que ello tenga una relación directa con sus supuestas deudas pendientes, en concreto la fortuna no declarada que sigue despertando las mayores sospechas. Supondría, además, un acto de reciprocidad. Salvo lo que reclaman sus caprichos de octogenario, hace tiempo que a él parecen importarle un bledo el resto de las cosas. Ya que en su condición de jubilado no muestra interés institucional alguno por lo que durante años representó, la Casa Real o España, no queda otra que dejarle vivir alegremente su ventolera regatista, aun siendo conscientes del pésimo ejemplo.

Nos cuesta, en cambio, verlo así. Como si no tuviéramos otras cosas de las que ocuparnos, prestamos demasiada atención a un problema de descrédito insoluble, que tiene como origen el declive de una persona que hace tiempo decidió arrojar por la borda el prestigio que muchos españoles le otorgaron en el pasado por su contribución democrática. Si él mismo no ha sido capaz de entender que con su actitud irresponsable y desleal pone en riesgo la Monarquía, entre dos fuegos en una sociedad tan sumamente polarizada como esta, nadie podrá hacerle entrar en razón.

Los monárquicos y otros que sin serlo sienten simpatía por el papel modélico de Felipe VI al frente de la Jefatura del Estado se desgañitan pidiéndole que recapacite y regule las visitas ociosas a España para no causar más daño a su hijo y a la institución. El problema es que para recapacitar tendría antes que asumir como merece la culpa de los escándalos por los que es cuestionado, incluso cuando la Justicia no le persigue. Esta última visita prevista a Sanxenxo para participar en una regata en periodo electoral parece haber colmado el vaso nacional de la insatisfacción por la conducta de don Juan Carlos. Insatisfacción no de todos; los detractores de la Monarquía volverán a encontrar regocijo político en la deriva cansina del viejo monarca.

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