El problema de Santa Cruz de Tenerife con sus vestigios franquistas que lo resuelva un psicoanalista, porque no es de recibo que el resto de las Islas vean frenados sus respectivos procesos de extinción por culpa de los recursos judiciales de las autoridades competentes de allí. La exaltación del autócrata a través de monumentos fue más patente en el territorio donde Franco activó su cruzada. Un orgullo que al parecer pasa por encima de las motivaciones principales de la memoria histórica en España, un expediente encallado por las adhesiones inquebrantables que todavía flotan en el ambiente. La retaguardia isleña tuvo su singularidad: los grandes propietarios agrícolas dieron amparo estructural al general para poder alcanzar en tiempo y forma el Dragón Rapide. Y el alzado se los pagó con creces, tanto con subidas en el escalafón como con prebendas que mejoraron sus negocios. Los beneficiados, a cambio, se lanzaron como locos al autobombo con los nombres de las calles o con monumentos horribles, más en Tenerife. La adulación enfermiza a Franco no paró ahí como es obvio, sino que un grupo de palanganeros se dedicó al ejercicio de la represión con fineza maquiavélica. En sus mentes no entraba la posibilidad de que algún día un gobierno les pidiese cuentas, o bien que borrase para siempre esas distinciones y honores repartidos a lo largo y ancho del Archipiélago. Algunos lograron blanquear su pasado, y otros le pasaron el testigo a sus descendientes con el cometido de enterrar para siempre los años oscuros. En el catálogo de vestigios de la capital hay bastantes de esos elementos, algunos enriquecidos por la unción del generalísimo y cimentados en el caciquismo agrícola, otros desde la judicatura de los consejos de guerra y alguno más que formaban parte de los servicios especiales del cuartel general. Si Santa Cruz quiere estar con ese aquelarre, pues allá ellos y su psicoanalista. Pero lo que no procede es que el resto de los canarios tengan que tragar con ese cosquilleo de placer que les da el hito macabro: de aquí salió victorioso.
