Reseteando

La descanarización

Foto de familia con los premiados en el acto del 90 aniversario del Poeta Tomás Morales

Foto de familia con los premiados en el acto del 90 aniversario del Poeta Tomás Morales / LP / DLP

Javier Durán

Javier Durán

Imagínense unas Islas en las que sus niños no saben quién era el doctor Chil y Naranjo, Sventenius, Viera y Clavijo, Tomás Morales, Alonso Quesada, Mercedes Pinto, Josefina de la Torre, Lola Massieu o Alfredo Kraus, o que desconocen qué significado tienen los Episodios Nacionales de Galdós, la Cueva Pintada de Gáldar, el Museo Canario, la Montaña de Tindaya... Podríamos seguir y abundar en el nivel de comprensión de los alumnos isleños sobre su entorno paisajístico, arquitectónico o sus conocimientos geográficos sobre los territorios insulares vecinos. El enemigo de Canarias es una descanarización que la lleve a perder con el paso de las generaciones su carácter único. Y no se trata de un ataque de narcisismo: nadie en Europa tiene unas peculiaridades socioculturales similares a las canarias. Habrá otras, pero igual a las nuestras no.

No se alarmen los que puedan pensar que esto va de botafumeiro nacionalista por la celebración del Día de Canarias. Para nada. Va de la preocupación por la disolución cada vez más patente de los contornos culturales isleños, presionados por el abandono institucional, el desnorte en las programaciones o el esnobismo de los que manejan los presupuestos públicos. Es justo hacer al respecto determinadas salvedades: la política editorial del Cabildo con el rescate, por destacar los últimos, de los discursos de León y Castillo o la edición fácsimil de La Umbría de Alonso Quesada. Desde la iniciativa privada, la Fundación Tamaimos con la recuperación de Cairasco de Figueroa, o Mercurio Editorial, con Jorge Liria al frente. Tampoco en el capítulo editorial se puede obviar la permanencia en el tiempo de la Biblioteca Básica Canaria o la dedicada a los artistas isleños.

La responsabilidad por extender el conocimiento para que los canarios se comprendan a sí mismos y no se desprendan tan fácilmente -a veces hasta con frivolidad- de su historia, literatura, arte o folclore no debe ser una misión secundaria o terciaria. De un mayor o menor hincapié al respecto depende el sostenimiento del diferencial canario, no sólo para la resolución de los problemas que acarrea la lejanía. También como polo de atracción frente a un entorno mayormente homogéneo que devora sin compasión la diversidad; ahora más debido a la inmediatez y a las audiencias superlativas e intercomunicadas de los canales en red.

Hay voces que ensalzan la utilidad ad hoc del acervo para intereses meramente económicos, con sutilezas como un parque temático con recreaciones del paisaje emblemático o complejos turísticos con inventos pseudoarqueológicos y pseudoetnográficos. Este postureo de papel cartón y de jarabes milagrosos es bendecido mientras se perpetúan verdaderos agujeros culturales y educativos. Sería trágica una descanarización que nos haga perder irremisiblemente la brújula, por culpa de ese revolcón al que aspiran unas Islas siempre ansiosas.

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