Reseteando

Cuando el racismo seduce

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vinicius / EFE

Javier Durán

Javier Durán

El caso Vinicius podría llevarnos a reflexionar sobre el estado latente del racismo: por ejemplo, si en un estadio de fútbol destacan los gritos de un xenófobo radical, es posible que muchos ciudadanos enfadados acaben profiriendo insultos contra el jugador negro. Y no es una exclusiva del espacio deportivo: en una cola de un servicio público, si el funcionario llama al número que le corresponde a un negro, otro extremista empieza a protestar porque considera que se trata de un extranjero que tiene demasiadas ventajas. Las otras personas que están en la sala murmuran por lo bajo dando crédito al provocador. Desde el mismo momento en que surge esta latencia o capacidad de arrastre, nada mejor que el castigo más relevante y rápido. Dejar impune estos comportamientos es abrir la caja de la permisividad. Lo ideal sería que nadie hiciese seguidismo con el o los que lanzan el grito de guerra. Algo no imposible si los otros ven que sobre los energúmenos cae todo el peso de la ley. En el asunto del racismo y otras vejaciones en el fútbol, el Estado debería estar obligado a ofrecer cursos de reeducación a los que son incapaces de controlarse. No faltan los que ofrecen la película Adivina quién viene esta noche (1967) de Stanley Kramer, como referente de que el racismo forma parte de la condición humana, aunque en el filme el editor de periódicos Matt Drayton (Spencer Tracy) logra superarlo después una tenso análisis personal que le lleva a aceptar que su hija se case con un negro. Eso sí, guapo y médico. Está claro que la situación de esta recomendable producción del cine clásico no tiene nada que ver con el expediente del futbolista Vinicius: no es lo mismo una familia culta de clase alta, llena de contradicciones, que un espectáculo de masas con los nervios a flor de piel. En la cinta, director y guionista desnudan los tentáculos del odio racial, cómo se asienta, expande y repliega en un núcleo intelectual. Se trata de un puro ejercicio de cirugía social. El brasileño, por su parte, interpela a los que sin su reacción ni se hubiesen planteado que hay un conflicto.

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