Reseteando

Cardona: en la bajadita nos vemos

Juan José Cardona, ex alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, en la playa de Las Canteras.

Juan José Cardona, ex alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, en la playa de Las Canteras. / JOSÉ CARLOS GUERRA

Javier Durán

Javier Durán

Cardona no ha dudado sobre el momento de cogerla en la bajadita. In extremis, con la jornada de reflexión casi encima, decide volver a la actualidad política echando algo de cianuro a su compañera Jimena Delgado, candidata a la alcaldía del PP. En una entrevista a este periódico muestra su decepción con ella. No desvela qué originó el desengaño. Su valentía torera se queda a medio gas. Mala opción. O todo o nada. Víctima de las purgas internas de los populares, en la salsa caliente de su travesía del desierto, que provoca enajenación, acicala su deslealtad con las filas de Feijóo ensalzando a Ángel Sabroso frente a Jimena. ¡Menuda bajadita! Casi parece la salida de un buzo a la superficie. La otra parte de su atestado la dedica a llenarle el bebedero de agua a Fernando Clavijo, con una animación en 3D para un pacto regional PP-CC y, en su defecto, PSOE-CC. No sé si la aspirante pedirá lo que él quiere: que lo echen la calle. Yo que ella no me preocuparía, el colega, si se le puede llamar así, queda como un estómago agradecido con el líder de CC por reclutarlo en su momento para que llevase los destinos de la Autoridad Portuaria. Ante tanta lisonjería, quizás tenga preparado el hatillo para el desembarco en el nacionalismo. Cada uno es mayorcito para opinar y reclamar el pacto que le venga en gana y, por supuesto, hacerlo desde la necesidad de expulsar a Podemos de las instituciones: marchitar el Pacto de las flores y al Tripartito capitalino, cuya eficacia nos venden como parecetamol sus ejecutores. Cardona es un cojinete desgastado que busca un taller de reparación para una segunda vida política. Pero lo que llama la atención, como decía, es el día y la hora elegida para verse en la bajadita, muy en plan destroyer y con una escenificación que da a entender que entre el exprimer edil y la candidata hay muchísima lana que cortar. En todo caso, la animadversión es sólo un mero y sucio detalle; en el fondo, está la liturgia de los pactos posibles y las vacuas razones que ofrece el mensajero, adiestrado igual que el perro que lleva la merienda a su propietario.

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