Retiro lo escrito

Paraíso y apocalipsis

Ángel Victor Torres.

Ángel Victor Torres. / EFE

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Ahora un breve paréntesis. Durante 24 horas viviremos en el ojo del huracán, que como sabe todo aficionado a las películas de catástrofes, es un lugar fugaz y opresivamente tranquilo. Pero desde primeras horas del domingo volvemos al zafarrancho. Se intuye que esta vez pueden prolongarse las cosas incluso más de lo normal (lo normal es que el presidente del Gobierno investido por el Parlamento jure o prometa su cargo en la primera quincena de julio). Sin embargo hay gente que lo ve clarísimo. Les pagan generosamente por verlo clarísimo. Hace un par de días escuché a un paniaguado anunciar que el PSOE ganaba en todas partes, y donde no ganaba, empataba o terminaría ganando. A mí esa mezcla de analfabetismo y servilismo me fascina. Lamentablemente no vamos a tener unanimidades. Es muy improbable que se produzca una «marea roja», como apuntó ayer un cargo público socialista que cobra cerca de 90.000 euros al año y siempre lleva bien planchadas sus camisas de El Ganso, una marca insuperable para el nuevo proletariado.

Me pregunto cuánto aguantará el ritual. Porque este ritualismo democrático es propio de otras épocas menos urgentes, menos estructuralmente críticas. Coyunturas más reposadas donde el supermercado lectoral tenía dinámicas predecibles. Desde siempre al Gobierno le ha parecido que todo estaba más o menos bien y a la oposición que estábamos a un paso del apocalipsis. En la legislatura que está a punto de finalizar se perfeccionó la cosa. El Gobierno se convirtió en el centro del relato del Gobierno: sufría, se enfrentaba a más crueles dificultades que las que Lex Luthor imponía a Superman, trabajaba sin descanso, no se daba tregua, se dejaba la piel. Lo de dejarse la piel se ha convertido en un clásico. Los altos cargos del Gobierno de Canarias se ha dejado más piel en estos cuatro años que la que encontraron en el campo de Auschwitz. Ya saben el rosario de desgracias que lleva colgando al cuello como un collar de cabezas jibarizadas el señor Ángel Víctor Torres: los incendios forestales, la quiebra de Thomas Cook, la pandemia, la crisis económica, un volcán en La Palma y, como colofón, la guerra de Ucrania, a través de la cual Putin ha intentado que regrese ATI al poder. ¿Quién está en la oposición? Pues quien debe estar, porque el orden natural del cosmos es que gobiernen los buenos y no los malos. A la oposición, durante las tres cuartas partes de la legislatura, se le ocurrió que lo mejor era siempre extender la mano hasta que reparó en que invariablemente le ponían un zurullo entre los dedos. Y todavía tardó un rato en darse cuenta.

Sí, me pregunto cuánto durará esto, y si en la próxima crisis –de origen financiero o sanitario o ecológico– volveremos a esta normalidad que dicen democrática pero quizás debería llamarse suicida. Porque el milagro de los panes y los peces de la Unión Europea se están acabando y el cambio climático está apenas empezando. Ya están hartos de advertirnos de que somos la comunidad autónoma que más riesgos padece con la subida de las aguas y la putrefacción de los océanos, pero no pasa nada, porque la ley de Valbuena es una cuquería. Cuando dentro de treinta o cuarenta años perdamos las playas Valbuena estará muy lejos física y/o espiritualmente. Porque Alemania ha entrado (técnicamente) en recesión tras la contracción de su PIB durante dos trimestres, y el Reino Unido apenas ha crecido un 0,2% bajo una inflación superior al 10%, y ambos países son nuestros principales clientes turísticos. Porque no hay profesor de enseñanzas medias que no te explique que la catástrofe educativa es aterradora y la mayor parte de los alumnos llega sin saber leer ni escribir correctamente, porque el modelo de gestión sanitaría hace aguas, porque no tenemos dónde emplear a científicos y tecnólogos. Lo que está en juego es nuestra misma viabilidad como sociedad democrática, capaz de producir y repartir riqueza y de evitar un ecocidio. La política tradicional, la que seguimos aguantando hasta ahora, ya no sirve. Y no quieren verlo.

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