Observatorio

Noche de Champions

Noche de Champions

Noche de Champions / puzzle

Antón Losada

Pedro Sánchez ha elegido la respuesta más intuitiva al desafío planteado por la derrota en el 28M. Cualquier aficionado al deporte de alta competición lo sabe. Si este ha sido el partido de ida, vayamos a jugar el encuentro de vuelta antes de que se enfríe la derrota y empiece a doler de verdad y, a ser posible, que se dispute en casa. Salir a por la revancha con la afición espoleada por un resultado que valora injusto frente a un adversario que considera que no se ha merecido la victoria, ni por estilo ni por elegancia en su juego, antes de que esa misma hinchada lo crea imposible es la primera regla de una buena remontada. Sánchez busca una de esas grandes e inolvidables noches de Champions, cuando la fe puede con las probabilidades.

A su favor tiene algunos –pocos– factores. La victoria del PP luce más resultona que irrevocable. En no pocos lugares sonó la flauta azul pero, con un puñado de votos menos dispersos, podría haber sonado otra. El mapa de colores que dejan las municipales muestra una España más azul, pero donde los colores se entremezclan, se salpican y a veces incluso se confunden. Las islas monocolor no marcan tendencia en una península policroma.

El resultado ofrece otra variable interesante para los socialistas. Visibiliza por primera vez en toda su crudeza un hecho que hasta el domingo podía relativizarse como una mera posibilidad: que la elección no es entre el PP y una coalición sino entre dos coaliciones; una formada por la derecha y la extrema derecha, otra integrada por la izquierda con el nacionalismo.

La elección en julio no será entre unidad o discordia, entre estabilidad o inestabilidad, como ha podido repetir Feijóo durante la campaña de las municipales. Será entre derecha e izquierda, entre dos ideas de España y dos visiones del mundo. Que los populares hayan verbalizado que van a demorar cuanto puedan los acuerdos a firmar con la ultraderecha confirma le relevancia de este cambio de marco y da alas a la sospecha de que algo se quiere ocultar.

Con la notable excepción de Catalunya, los votantes de Ciudadanos han recalado masivamente en el PP, que ha reconquistado todo el espacio que había llegado a arrebatarle el partido de Albert Rivera. Los electores a la izquierda del PSOE prefirieron dividir su voto o quedarse en su casa antes que elegir una papeleta socialista. Sánchez moviliza a la derecha, no tanto a la izquierda. Ahí radica su mayor dificultad para el vuelco.

Si algo ha demostrado esta campaña es que con la gestión no basta para movilizar. Al votante de izquierda le gustan las políticas del ejecutivo de coalición, pero no les gustan tanto sus protagonistas. Al votante morado no le pone el presidente. Al votante socialista le pone de los nervios las ministras de Podemos. Sánchez necesita encontrar la solución a esta paradoja. Ha de hacerlo apelando al orgullo de las bases socialistas, pero sin levantar muros dialécticos que impidan la recogida de apoyos a su izquierda.

El adelanto pretendía cortar de raíz el ruido que se iba a producir en la izquierda metiendo el dinámica electoral al PSOE y acortando por la fuerza los tiempos de la interminable negociación entre Sumar y Podemos; lo ha conseguido. También busca provocar la concentración del voto útil en el PSOE, apelando a la urgencia de parar a la derecha extrema. Está por ver si lo logra. Lo único cierto es que sin movilización no hay remontada.

La oferta de la coalición de derechas es clara y funciona: echar a Sánchez. Ahí termina su programa, tampoco necesita más. La coalición de izquierdas debe plantear una oferta igual de contundente. Para ello debe cumplir, al menos, una condición: cuatro años más de lo que quieran menos más ruido.

El problema de Feijóo es otro. Pasa por encontrar la fórmula que le permita estirar el chicle del antisanchismo sin que pierda su sabor y sin que sus votantes se cansen de masticarlo. Los pactos con Vox empatan con los pactos con Bildu. Pedirle a la gente que vote dos veces la misma cosa nunca es tarea fácil. Mantener la concentración y no confiarse siempre resulta lo más difícil para el equipo que afronta la vuelta con ventaja. En las noches de Champions los errores se pagan caros.

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