Retiro lo escrito

Militante el último

Alberto Rodríguez.

Alberto Rodríguez. / EFE

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Después del terremoto electoral y confirmados los pactos de Coalición Canaria y el PP en diversos ámbitos ha empezado la darwiniana carrera por la supervivencia política de dirigentes socialistas, especialmente en Tenerife, donde el PSOE perderá el Cabildo y varios municipios relevantes, como Arona. En este multiverso de superhéroes socialdemócratas se encuentra un poco de todo: gente que tiene una carrera profesional respetable, como José Antonio Valbuena, a quien simplemente le gusta mucho esto de fardar y quizás quiera imponer en el Senado llevar la camisa fuera de los pantalones, medianías que se consideran humildes pero brillantes, como Isabel García Hernández, José Antonio Estévez o Marta Arocha, la actual senadora, Olivia Delgado, sin duda preocupada por tantos intrusos, o figuras frikis entrañables, como el cirujano Vicente González Bethencourt, que atendió en su consulta médica a Indalecio Prieto cuando don Inda era un chiquillo. Esto y mucho más para la Cámara Alta. Para el Congreso de los Diputados está claro que el número uno corresponderá a Héctor Gómez, político honesto y alto cargo interruptus de los Gobiernos sanchistas, pero una miríada de polillas desesperadas intentan posarse en la papeleta, algunas tan sorprendentes como Teresa Cruz Oval o la semianónima Margarita Pena Machín, conocida cruelmente en el partido como Margarita Pena Penita Pena.

En toda la turbamulta, sin embargo, destaca Pedro Martín, presidente del Cabildo, que pocos días después de tomar posesión –la suya fue la lista más votada el 28 de mayo– será desplazado por una moción de censura de Coalición Canaria y el PP. A Martín, que lleva toda la vida en la actividad política, no se le conoce otro empleo que los sucesivos cargos institucionales que ha ocupado desde el siglo pasado. Uno de los ayuntamientos que han perdido los socialistas ha sido precisamente Guía de Isora, donde Martín fue tan buen alcalde como desastroso e inane presidente ha resultado frente al Cabildo Insular: es lo que se entiende como principio de Peter (Martín). No solo necesita el escaño en el Senado por razones crematísticas, sino como plataforma o gallardete para mantener la secretaría general del PSOE tinerfeño frente a las ambiciones de Luis Yeray Gutiérrez, que volverá a ser alcalde de La Laguna si se resigna a soportar que Alberto Rodríguez le disparate a diario la tensión arterial. Todos, sin excepción –y lo mismo ocurrirá en la provincia de Las Palmas– quieren aportar su pasión, su entrega, su sacrificio al PSOE y a un proyecto progresista de país. A ninguno de ellos le pasa por la cabeza hacerlo como militantes sin aspirar al sillón y a la panoja. A por los escaños, compañeros, y militante el último.

Uno, a veces, siente piadosas ganas de decirles algunas cosas a los votantes de izquierdas. Por ejemplo que se sacudan de encima a vividores para los que la nueva mayoría parlamentaria se explica porque los verdaderos poderes, todos los verdaderos y malignos poderes, lo han decidido así. La gente que no les ha votado es imbécil, está alienada, no ha desarrollado conciencia de clase, es un estorbo, solo piensan en la pasta, cualquier cosa. Acabo de leer a ese majadero caradura, concejal de La Laguna, acusar también a la prensa de su debacle: debería preguntarle a Cri-cri si el gobierno municipal ha triplicado o no la inversión publicitaria en los medios en los últimos cuatro años. Toda esa gente, incapaz de reconocer la responsabilidad en una derrota o de extraer experiencias válidas de una victoria, que jamás se equivoca, que pastorea unicornios mientras se lo lleva crudo, que combate la política en una épica lucha moral a la altura de un chiste de Arévalo, toda esta peña que lleva décadas charloteando que si no arrasan por mayoría absoluta es porque no cuaja la mítica la unidad de la izquierda, sobra para todo. Incluso para la unidad de la izquierda.

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