Un carrusel vacío

Los Beatles o los Rolling, las ciencias o las letras

Los Beatles o los Rolling, las ciencias o las letras

Los Beatles o los Rolling, las ciencias o las letras

Marina Casado

Marina Casado

Las ferias del libro son como «las otras fiestas» de cada ciudad. No hay reguetón o verbena, pero sí firmas, reencuentros y cañas. La de Madrid, por ejemplo, suele durar tres semanas y, por uno u otro motivo, acabo yendo esos tres fines de semana. Siempre firma algún amigo, incluso de otra provincia, y es una bonita ocasión para verlo. O para hablar con los editores. Como le dije el otro día a Alicia Arés, mi editora de Cuadernos del Laberinto, el año que viene voy a tenerme que confeccionar una «agenda de firmas que me interesan» para que no se me escape ninguna. Esa tarde, diluviaba fuera de la caseta, pero la lluvia no impidió que algunas personas se acercasen para que les firmara mi última novela. Y por muchos años que lleve firmando en la Feria, siempre hace la misma ilusión.

En 2023, la ciencia ha sido la protagonista de la 82ª edición de la Feria del Libro de Madrid, con el lema «Somos de ciencias y de letras». ¿Por qué no? Parece que ha existido desde siempre una barrera entre ambas realidades; una barrera que, en realidad, es falsa. Un simple prejuicio. Las personas de ciencias pueden ser grandes lectores y escritores, no solo de sus campos. Eso ha sucedido así desde hace siglos. Pienso inmediatamente en naturalistas como Goethe o Henry David Thoreau, más conocidos finalmente por su faceta literaria. O en Gregorio Marañón, el médico que vertió sus conocimientos en obras de corte histórico como El Conde Duque de Olivares. La pasión de mandar o Don Juan. Ensayo sobre el origen de su leyenda. Y qué decir del doctor en Medicina vasco Pío Baroja, autor de la célebre novela El árbol de la ciencia, en la que la filosofía tiene un papel preponderante.

Hay gente que trata de encasillarnos desde la infancia. Si nos ve leer a menudo, por ejemplo, dirá: «Este niño va a salir de letras». Y creceremos con esa idea de etiquetas separadas, incluso enemistadas: te gustan las ciencias o las letras, las Matemáticas o la Lengua, los libros o los ordenadores. No obstante, existe algo todavía peor, que es la tendencia a infravalorar las humanidades. El año pasado, España se asombraba de que Gabriel Plaza, el alumno que obtuvo la calificación más alta de Madrid en Selectividad, optara por matricularse en Filología Clásica. Eso me recordó a mi propia experiencia, cuando en el tramo final de 4º de la ESO tuve que elegir una modalidad de bachillerato y acabé escogiendo el de Ciencias Sociales, que es el que tiene Economía y Matemáticas. No lo hice por convicción personal, sino porque la orientadora de mi centro insistió en que, con mis excelentes notas, no podía acabar en el bachillerato de Humanidades, con esos otros alumnos que se limitaban a sobrevivir académicamente y huían de asignaturas complejas como las Matemáticas.

Yo detestaba las Matemáticas, a pesar de irlas aprobando con notas bastante decentes. Hoy en día, sigo teniendo pesadillas relacionadas con esta asignatura. Me hubiera interesado más el latín o el griego, pero me dejé convencer, porque la seguridad y la confianza en mí misma nunca han sido mi fuerte, y menos en la adolescencia. Caí en el prejuicio de que los buenos alumnos van a ciencias y, los malos, a letras. Las Matemáticas acabaron bajando mi media de Selectividad, y lo peor de todo es que no las necesité para nada en mis estudios universitarios.

¿Por qué la sociedad actual tiende a despreciar las humanidades? En los institutos, aumentan las horas de Educación Física y disminuyen las de Filosofía y Lengua. Nos insisten en que las carreras de humanidades no son prácticas, no dan trabajo; ahora hay que estudiar Administración y Dirección de Empresas, o Inteligencia Artificial, o Ingeniería Aeronáutica… ¿Historia, Filología, Filosofía…? Puedes ser profesor y poco más. Y con la inteligencia artificial, dentro de poco ni siquiera harán falta los profesores. Ese es el discurso preponderante. Recuerdo que en la universidad donde estudié, la Carlos III de Getafe, había una carrera que se llamaba precisamente así, «Humanidades», y popularmente era conocida como “Estudios de Mendigo Culto”… Ese era y sigue siendo el espíritu. El desprecio hacia todo lo que supuestamente no es práctico desemboca en esa visión prejuiciosa de artistas y humanistas como seres decadentes, bohemios, muertos de hambre, pero entrañables.

¡Rompamos con todo eso! Que los expedientes brillantes puedan estudiar latín y que un niño no deba elegir entre Matemáticas y Lengua, como cuando nos dan a elegir entre los Beatles o los Rolling Stones. Que comprenda que todas las ramas del conocimiento parten, en realidad, de la misma raíz: el ser humano.

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