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La mirada humilde

He podido considerar que no existe la realidad, sino unas realidades que deben ser observadas, ya que esa mirada humilde me permite aceptar que me equivoco y que me pueden corregir sin que se tambalee mi autoestima o mi ego.

Un niño jugando con videojuegos. JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ

LA PROVINCIA / Diario de Las Palmas abre todos los lunes un espacio de debate, en colaboración con eSport Talent Canarias, sobre la práctica de los deportes electrónicos (eSports) escritos por gamers, psicólogos, profesores, abogados, economistas, médicos y especialistas deportivos, en comunicación audiovisual y nuevas tecnologías, que ofrecerán un análisis exhaustivo y novedoso para conocer una actividad que no solo es deportiva sino que tiene importantes repercusiones educativas, económicas, jurídicas, culturales y sociales.

Recuerdo perfectamente la alegría con la que viajé de vuelta en coche desde Andorra hacia nuestra casa. Mis padres accedieron a comprarme una consola después de insistir durante muchos meses. Reconozco que no recuerdo su nombre, pero sí logré retener como funcionaba. Se debía cargar un cartucho con el que podías jugar a 20 deportes, compuestos todos ellos, por unos palos pixelados y una pelota cuadrada. Con dos joysticks podías optar por jugar contra la «máquina» o contra un compañero. Aquí acabó mi experiencia con las videoconsolas. No tuve ninguna otra, a excepción de mi primer ordenador, y ese fue, prácticamente, mi camino acompañado de los videojuegos.

Estoy convencido de que estas referencias pasadas condicionaron mi interés y la opinión que tuve, durante muchos años de mi vida adulta, sobre esta tecnología. Claro está que esto me condicionó cuando tuve que decidir si compraba o no un dispositivo a mis hijos. Y, evidentemente, mi enfoque profesional como psicólogo también quedo plenamente influenciado por mis experiencias pasadas. Nunca logré ser hábil con los videojuegos y todos mis amigos me superaban en capacidades y conocimientos, hecho que conllevó mi abandono y desinterés por esta tecnología.

Como se puede deducir de esta introducción, nunca vi los videojuegos con buenos ojos. Llegué a centrar todo mi interés en cumplir el sesgo de confirmación, aferrándome a todas aquellas señales que me confirmaban lo que decidí creer, e ignoraba o trataba como excepción, aquello que cuestionaba mis ideas rígidas y previas. Ahora, pasados ya muchos años, puedo asegurar que todo ha adquirido un matiz sustancialmente diferente.

Por suerte, me acompañan, personal y profesionalmente, personas de un calibre increíble, las cuales me han enseñado a observar aquello que me rodea desde diferentes perspectivas. Gracias a esas magníficas personas he podido considerar que no existe la realidad, sino unas realidades que deben ser escuchadas y observadas, ya que esa mirada humilde me permite aceptar que me equivoco y que me pueden corregir sin que esto haga temblar mi autoestima o mi ego. Pues eso mismo me pasó en referencia a los videojuegos. Gracias a esa mirada humilde pude comprender que los esports no son necesariamente practicados por personas introvertidas que huyen de la exposición social o tienen rasgos propios de alguna patología. Generalizar hoy en día es, cuanto menos, paradójico.

Quizás sea evidente lo que voy a afirmar, pero no por ello lo quiero omitir: los videojuegos son herramientas en manos de personas, y es responsabilidad de todos nosotros que no se conviertan en un peligro para nadie que los practique.

Observar, monitorizar, educar y legislar en su uso coherente y saludable, son las piedras angulares del éxito en la práctica de esta tecnología. Nadie debe eludir su responsabilidad. Os expongo una situación, y creo saber que cuál será vuestra opinión: ¿Creeríais conveniente equipar con un set de pesas la habitación de un adolescente y dejarlo entrenar sin límite o supervisión de un profesional, o en su defecto, de un adulto tutor? Pues tampoco debería pasar con los videojuegos. Complementariamente, es necesario educar a los menores en el juicio crítico y a observar e interpretar aquello que hacen ellos y las personas que les rodean, para que de esta forma consigamos aumentar la probabilidad de que tomen mejores decisiones mientras juegan, interactúan y se comunican a través de los videojuegos.

Sabemos que jugar puede ser un entretenimiento, puede incorporar objetivos de rendimiento o convertirse en una forma de relacionarse con otras personas. Pero sobre todo debe tener sentido y aportar valor mientras se practica, sino acaba siendo un riesgo, que en manos de jóvenes o adultos, con ciertas vulnerabilidades, pueden acarrear graves problemas. Esta es una de las razones por la que hemos tomado la iniciativa de organizar el I Congreso de Psicología y Tecnología Aplicada a la Salud Mental del próximo 28 al 30 de septiembre en Manresa, en el que podremos asistir a una gran variedad de ponencias y talleres realizados por profesionales del sector.

Sería más que deseable que todos aquellos y aquellas profesionales que estamos en contacto con la infancia y la juventud apostemos por arrojar mucha más luz sobre estos temas, así como adoptar una mirada humilde y libre de prejuicios. Tengo la sensación de que si somos capaces de hacerlo, todos saldremos ganando.

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