Se pueden hacer cien columnas jocosas y burleteras sobre las boberías de la diputada Noemí Santana a propósito de la primera sesión plenaria del Congreso de los Diputados donde se ha discurseado en catalán, en gallego y en euskera. Como suele ocurrir con sus tontadas más solemnes Santana las ha difundido a través de su cuenta en Twitter. Ha comentado al mundo la emoción, pero sobre todo la envidia, que ha sentido la exconsejera de Políticas Sociales del Gobierno autónomo al escuchar hablar en las tres lenguas. Eso es una necedad supurante que ya le soporté yo a cubillistas, awañacos y otras subespecies independentistas hace más de treinta años. La inteligencia, la comprensión, la cultura nunca parecen volver. Lo que vuelve una y otra vez, en una suerte de eterno retorno oligofrénico, es la estupidez y la ignorancia.
Al parecer Santana añora la lengua que los castellanos borraron salvajemente de la faz de la tierra. Leyendo a la diputada podría creerse que aprendió recientemente español –tal vez en un curso de Radio Ecca– y que hasta entonces se entendió por señas. Este rudimentario sistema de comunicación, proclive a los equívocos, quizás explique las purgas de Podemos en Canarias o los maquillados fracasos de su gestión al frente de toda una consejería. Me imagino a Santana intentando hacerse entender en los consejos de gobierno y a Ángel Víctor Torres confundido y desesperado pero conteniendo su decepción, como todo estadista que se precie.
– Pero entonces, Noemi, ¿el problema es que necesitas más trabajadores en la Consejería?
– Mmmm…. ¡Mmmmmm!... Grrrr…Mmmmm.
– ¿Qué quieres decir? ¿Menos?
– Mmmmm…Mmmmm… Ñoooc… Mmmmm…
– Es desesperante… No te entiendo… ¿Qué quiere decir ese dedo extendido y señalado hacia arriba?
– Creo que está intentando decir que dimite –apuntó maliciosamente José Antonio Valbuena.
– Mmmmm… Ñooooo…¡Hipoteca!
– ¿Ha dicho hipoteca? –preguntó Torres, estupefacto.
– Es impresionante lo que consigue la lucha por la supervivencia – comentó Chano Franquis como experto en la materia.
Se acumula tanta sandez en esa frase tuitera. Nadie le ha arrebatado a Noemi Santana –ni a ningún canario– idioma alguno. Desde hace siglos no somos un pueblo de origen bereber colonizado y sojuzgado por una minoría españolaza, sino una sociedad mestiza en la que confluyeron europeos procedentes de una decena de reinos, repúblicas y señoríos: castellanos, andaluces, extremeños, portugueses, gallegos, genoveses, catalanes, franceses, irlandeses. Nosotros –y no los indígenas prehispánicos– somos los canarios: una identidad que ha crecido sobre un denso barro genético y cultural. Considerar como un menoscabo criminal o un desgraciado accidente histórico que nuestra lengua sea el español, un idioma que hablan cerca de 500 millones de personas con una riqueza dialectal apabullante y un conjunto de literaturas portentosas, es una evidencia suficiente de los límites de una política que, en esta como en muchas otras cosas, simplemente no sabe de lo que habla ni tiene una mínima intención de enterarse. Por lo demás se trataba de ensalzar el prodigio de escuchar en la Cámara Baja el catalán, el vasco y el gallego como espejo «de la auténtica plurinacionalidad de España». No. Es el espejo que refleja como un grupo de partidos independentistas imponen una medida superflua a un presidente –y una vicepresidenta– que propugnarían el uso del malayo en las Cortes si Puigdemont se los sugiere por Instagram. En el Parlamento los independentistas no utilizarán las lenguas para entenderse más y mejor, sino como trincheras identitarias que debilitarán el espacio público compartido en los últimos 40 años.