La Provincia - Diario de Las Palmas

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Tropezones

Breverías 128

Archivo - Policía de Suecia Europa Press/Contacto/Petter Arvidson - Archivo

Me reprochan algunos amigos que mis últimos artículos parecen patrocinados por el Ministerio Sueco de Información y Turismo. No se preocupen, trataré de enmendar tanta coba proponiendo otras crónicas, como se dice por aquí, «al revés del pepino». Ahí van dos muestras. Uno de los rasgos menos gratos de mi país es sin duda la exagerada transparencia en la información, o si se quiere, la falta de privacidad en los datos oficiales asequibles a toda la población. Si alguien quiere saber mi dirección, con escribir mi nombre en internet, se le facilitarán todos los datos de mi domicilio, sin ningún problema. Con un poco más de dificultad eso sí, podrá acceder a todos los pormenores de mis ingresos declarados a Hacienda. Y si me he dejado el coche aparcado en un sitio prohibido, cualquiera puede consultar cual es el titular del vehículo mediante visita a la red, con el simple trámite de introducir el número de la matrícula de mi automóvil, y denunciarme a tráfico si le viene en gana. Pero lo más paradigmático de este «strip tease» quizás sea la numeración del DNI sueco. En España los dígitos dan pocas pistas sobre las circunstancias personales del susodicho, que vienen en otros renglones, especificando fecha de nacimiento, sexo etc. Pero es que en mi país las seis cifras iniciales del DNI son ya directamente el año, el mes y el día de nacimiento del interesado. Con lo cual, al enunciar los guarismos del carnet a cualquier interlocutor, ya le estamos descubriendo si la fecha de nacimiento biológica guarda relación con nuestra apariencia física del momento (revelándole de paso también nuestro signo del zodíaco).

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Aunque los aspectos negativos de Suecia más lacerantes en este momento son la criminalidad, con enfrentamientos entre bandas cada vez más brutales y sanguinarias, la violencia machista y la delincuencia económica. No son temas para despacharlos en unas líneas, sino para elaborarlos en próximos artículos. Baste resumir aquí el origen de la situación en una inmigración sin medida ni control durante prácticamente los últimos 20 años: ¡tan sólo en el año más álgido 360.000 refugiados! (Como si España hubiese acogido a 1,5 millones de inmigrantes). Al proceder de países con distinto idioma, diferente etnia, a veces desconcertantes escalas de valores, y creencias religiosas a menudo a contrapelo de la constitución del país que les acoge, el shock cultural ha sido inevitable. Lo que ha llevado a una integración casi imposible, constituyendo dicha desafección una lacra que afecta incluso a la segunda generación de inmigrantes . Ello ha terminado propiciando en las grandes ciudades la aparición de barrios enteros a modo de guetos con sus propias leyes y costumbres. La tasa de criminalidad sueca es la más alta de Europa, con tiroteos diarios, la mayoría ajustes de cuentas entre bandas rivales. Y empiezan a alumbrar prácticas de Chicago años 20, con “protección voluntaria” a establecimientos, sin la cual terminan siendo víctimas de inexplicables incendios fortuitos. Tratar de establecer una estadística de los tipos de delincuencia y de sus protagonistas no es tarea fácil, pues la misma transparencia a la que se somete al ciudadano sueco brilla por su ausencia en la reseña de delitos, tanto por el secreto del origen o nacionalidad del delincuente, ocultado en aras de evitar cualquier reacción xenófoba, como por la tolerancia con los miles de “sin papeles” con orden de extradición, pero huidos y escondidos en la población. Tras años de administración socialdemócrata, y ante la gravedad de la situación, se acaba de producir un cambio de gobierno, adoptándose medidas más drásticas, que espero pueda reflejar en próximas y más optimistas reseñas.

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