Con motivo de la reciente celebración en el Parlamento de Canarias de las jornadas Canarias Conecta tuvimos ocasión de hacer referencia a la divergencia entre el PIB per cápita de Canarias en relación con el nivel medio de la Unión Europea. Me permito ahora hacer alguna reflexión sobre esta información, visto el interés que ha despertado.
La primera aclaración necesaria para el buen entendimiento es que el PIB per cápita es un indicador utilizado generalmente en las instituciones internacionales para medir la actividad económica. Se trata de dividir el valor monetario de todos los bienes y servicios finales producidos en una región durante un periodo de tiempo, generalmente un año, por la población.
Como consecuencia, el PIB per cápita no es un indicador del bienestar de la población, es sólo un indicador de parte de la actividad económica. Esto es así porque el PIB per cápita no mide toda la actividad económica, por ejemplo, no incorpora la actividad del trabajo no retribuido en los hogares, ni tantas otras que no tienen precio de mercado.
Por esta razón, las instituciones internacionales construyen indicadores de bienestar en el que se agregan múltiples aspectos de la sociedad que se relacionan con la calidad de vida. Por ejemplo, el Instituto Nacional de Estadística publica el Indicador Multidimensional de Calidad de Vida. Existen indicadores de bienestar o calidad de vida elaborados por numerosas instituciones como Naciones Unidas (Índice de desarrollo Humano), OCDE (Better Life) o la Unión Europea (GDP and beyond), entre otras.
Pues bien, lo que se ha debatido el pasado 20 de septiembre en las jornadas más arriba citadas es que el PIB per cápita de Canarias comparado con la media de la UE (en paridad del poder adquisitivo) ha entrado en un proceso de divergencia desde el año 2004 (datos de EUROSTAT), de esta suerte, el indicador de las Islas era entonces el 97% y ha ido descendiendo hasta el 62% en 2021 (último dato publicado). Podría pensarse que tal divergencia se debe al incremento de la población. Pero sería una suposición equivocada. Siendo cierto que la población se ha incrementado considerablemente, es conveniente tener en cuenta que el PIB ha ido creciendo cada vez menos. Si se calcula la tasa de variación acumulada cada diez años desde 1955 (serie de FEDEA), podrá verse claramente que el potencial de crecimiento de la economía de las Islas se ha ido reduciendo, especialmente en los dos últimos años el indicador es negativo.
Tales resultados dan luz sobre algunas cuestiones que tienen trascendencia. La primera es que debemos ser conscientes de que el proceso de crecimiento que se inició en los primeros años de los sesenta del siglo pasado ha ido reduciendo sus posibilidades. No es un comportamiento anormal, es sólo un hecho. Y no parece que en el horizonte próximo podamos distinguir transformaciones que quiebren las tendencias señaladas. Las transformaciones previstas, esto es, la transición medioambiental justa, la digitalización, el impulso de la investigación y desarrollo, se orientan a no perder competitividad, pero no a cambiar hacia un potencial de crecimiento mayor. Permítaseme una expresión popular: debemos correr más para estar en el mismo sitio.
La segunda idea consiste en preguntarnos si debemos preocuparnos por la convergencia/divergencia con la UE en términos de PIB per cápita. Desde hace tiempo se debate sobre el decrecimiento como objetivo o el post-crecimiento. Existe un bagaje teórico que propone la limitación del crecimiento económico, especialmente en las islas en la que se ha señalado la “exuberancia de límites”.
Tales propuestas ponen el acento en el bienestar antes que en el crecimiento económico. Pero si hemos señalado más arriba los límites al crecimiento en Canarias, no menos limitados son los indicadores de bienestar. Por mostrar un ejemplo: en el indicador multidimensional de calidad de vida elaborado por el Instituto Nacional de Estadística en términos globales Canarias se sitúa por debajo del índice de España permanentemente. De los nueve indicadores que lo componen sólo en seguridad física y personal (igual al de España) y experiencia general de la vida, las Islas obtienen mejores resultados.
Así pues, tanto desde la perspectiva de la actividad económica como desde el bienestar, la realidad impone una reflexión profunda. Las tendencias que hemos señalado son de largo plazo, vienen de un pasado remoto. Así pues, señalar a los gobiernos de turno como culpables es de una ingenuidad impropia de una sociedad que aspira al desarrollo: desde 1955 hemos tenido gobiernos de muchos tipos. Debemos empezar entonces por ser conscientes de nuestras limitaciones y a partir de ahí plantearnos las estrategias de desarrollo.