A cualquier observador que siga el tráfico de buques a través del puerto de La Luz no le pasa desapercibida la espectacular caída que ha tenido en los últimos 50 años el movimiento de las unidades pesqueras. Así, de 7.092 pesqueros que entraron en 1975 -un año récord con algo más de cuatro millones de toneladas de registro bruto con banderas de algo más de 50 países- nos hemos quedado, en el pasado ejercicio, con solo 239 barcos con unas 500.000 toneladas de registro.
Tan importante caída nos da pie a contemplar lo que fue la actividad pesquera. El Puerto era todo un imperio a nivel mundial como árbitro de esta industria, con la presencia en nuestras aguas de las principales flotas del globo y con los buques congeladores más modernos como una demostración del importante imán que suponía la isla de Gran Canaria. Llegaron a estar presentes las más importantes empresas del mundo en la compra de capturas, con unas transacciones económicas de primer orden.
Es evidente que la proximidad de los bancos pesqueros, especialmente el canario-sahariano, jugaba una importante partida, pero a partir de la entrega por España del citado caladero a la administración de Marruecos y Mauritania, a partir de 1975 todo fue cambiando poco a poco. Los países empezaron a imponer sus convenios con unas condiciones cada vez más exigentes, que condenaban a muchas flotas a tener que amarrar sus barcos.
Y así hemos llegado al momento actual, en el que el gran perdedor ha sido el puerto de La Luz. Queda solo un tráfico testimonial de lo que fue el gran imperio de la pesca, con los frigoríficos en los muelles desmantelados, consignatarias tradicionales que han claudicado o empresas de servicios que han tenido que bajar su actividad, dedicarse a otras alternativas o cerrar sus puertas. Es casi el fin de un negocio que tuvo luz propia en el Port Las Palmas, pero del que solo quedan pequeños residuos como recuerdo de un gran pasado que no volverá.