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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Sin escapatoria

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la sesión de investidura. EUROPA PRESS

No he podido evitarlo en las últimas semanas: cada vez que escuchaba las apabullantes advertencias apocalípticas sobre Javier Milei y su muy probable triunfo en las elecciones presidenciales argentinas sentía una suerte de disgusto asqueado. Milei es un candidato –en efecto– especialmente preocupante. Pero sin restarle un ápice de peligrosidad potencial hay que leer un poquito más el escenario político y electoral del país. Milei no podrá disponer –ni siquiera con el apoyo de Juntos por el Cambio, es decir, Mauricio Macri y Patricia Bullrich– de una mayoría parlamentaria para imponer su programa. Tampoco podrá contar con la mayoría de los gobernadores. Aunque Argentina es una república presidencialista el candidato libertario tendría incluso francas dificultades para sacar adelante su proyecto de dolarización de la economía nacional, al menor a corto o medio plazo. Pero lo peor de la insistencia en llamar ultra a Milei e insistir una y otra vez en su influencia diabólica es dejar a la sombra a Sergio Massa y al kitchnerismo, que ha arruinado política, material y moralmente a la República Argentina.

Es portentoso distinguir a líderes europeos, supuestamente progresistas, fungir como simpatizantes de la candidatura de Massa y apoyándole en los últimos días. A nadie puede extrañar que entre ellos se encuentre ese cínico zangolotino, José Luis Rodríguez Zapatero, que lleva años y años blanqueando a la miserable dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Pero otros nombres franceses, italianos o portugueses son asombrosos. A esto se une el ya citado discurso periodístico. Un ejemplo concreto: «El ministro de Economía Sergio Massa se erige como el garante de lo construido desde que lo construido desde que los militares entregaron el poder; su rival, el ultraderechista Javier Milei, promete dinamitar todo lo establecido (sic). Es impresionante. Un sinvergüenza como Massa, último y precipitado invento del posperonismo y sus adláteres para mantener la oligarquía política que vampiriza el Estado, es nada menos que la garantía de la democracia. Qué pedazo de corresponsal.

Massa ha conculcado la ley incluso en la precampaña, porque su Plan Platita, el aumento de ayudas y subsidios hasta alcanzar un porcentaje muy cercano al 0.5 del PIB, se prolongó más allá de los 25 días previos a la primera vuelta de la elección presidencial, allá por octubre. Quince días antes todavía andaba Massa desgranando medidas en claro incumplimiento de la ley electoral. Pero es casi lo de menos. Le cansa a uno, pese a su espanto, los datos que describen la hecatombe política que vive Argentina en los últimos años, consecuencia directa de la política económica (por llamarla así) del kirchnerismo. Inflación superior al 113% interanual, una deuda pública que supera los 330.000 millones de dólares (85% del PIB), la deuda con el Fondo Monetario Internacional es superior a los 120.000 millones de euros, el 48% de los argentinos son pobres y están en riesgo de exclusión social, la violencia ha estallado en las grandes ciudades. El neoperonismo –una constelación de partidos, sindicatos, entidades juveniles y vecinales, empresarios cómplices– es una gran organización mafiosa de naturaleza extractiva que se ha incrustado en el tejido del Estado para ponerlo a su servicio y la corrupción es a la vez cotidiana y asombrosa por su descaro, por su avilantez, por la impunidad de la que hacen gala los capos en la capital federal y en las provincias: caciques del siglo XXI. La mayoría de los ciudadanos ha abdicado de su soberanía para seguir recibiendo las platitas –para el transporte, la calefacción, la compra de alimentos o de artefactos domésticos– a cambio de la continuidad de Massa y sus compiches en el poder. Miley representa una amenaza, pero el candidato Massa, el ministro de Economía que ha terminado por caotizar la economía del país, no amenaza ya: lleva media vida colaborando activamente en la destrucción política, económica y cívica de Argentina. Se me antoja que no tienen escapatoria, pero es imprescindible aclarar por qué, entre el miedo exacerbado y un hartazgo infinito, Milei puede ser hoy presidente de la República.

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