Visto con cierta distancia es incomprensible alegrarse de que un canario sea nombrado ministro. Es como alegrarse porque un cuñado se sacó el permiso de conducir a la primera. Para la relevancia que tendrá en tu vida particular – o en tu ciudad, tu isla o tu comunidad – más vale que te quedes callado. Pero cuanto más lejos estás del poder con mayor entusiasmo baboso se aplaude la noticia. Antes, sin embargo, se guardaban ciertas formas. En un magnífico ensayo sobre las relaciones entre León y Castillo y Pérez Galdós escrito por José Miguel Pérez –quien fuera secretario general del PSC-PSOE y vicepresidente del Gobierno canario – vemos una amistad capaz de mantenerse por encima de las duras críticas del novelista y la inclemente soberbia del político. Pero eso no evita que Galdós se muestre como un peticionario muy, muy insistente con León y Castillo – el político canario más influyente junto a Juan Negrín, un producto del caciquismo de la Restauración – y que el ministro y embajador no deje de admirarlo en público y en privado. Eran otros tiempos, desde luego.
Es perfectamente normal que los compañeros del PSOE feliciten entre el entusiasmo y la admiración a quien es su secretario general, Ángel Víctor Torres, por su nombramiento como ministro de Política Territorial y Memoria Histórica. Era algo prácticamente seguro hace bastantes días. El mismo Torres se había encargado de comentarlo con varios periodistas canarios desde la pasada semana, aunque sin precisar su ubicación en el Consejo de Ministros. Quizás ni él la sabía. Lo que tenía era una suerte de compromiso de Pedro Sánchez de contar con él si se conseguía la investidura presidencial. Por su puesto, para sus compañeros en la dirección del partido, los incondicionales de siempre y los nuevos y rendidos pelotas – pueden leer si saben evitar las arcadas el twitter de ayer – Torres ha sido elegido porque es el mejor, porque es excepcional, porque es un pedazo de pan brioche, bueno, tierno y dulce, porque es guapo, por su cuerpo fitness, por su barba de profeta adolescente. Yo no lo discuto, pero tal vez existan otros motivos, a saber:
a) La lealtad. Torres es un sanchista de primera hora. Por supuesto no ha musitado jamás una queja y defendió hasta lo indefendible, cuando fue presidente del Gobierno autonómico, a Sánchez y a sus ministros, y al trato del Ejecutivo central hacia Canarias.
b) La resistencia. Le tocaron situaciones y coyunturas muy duras y supo resistir y hasta crear un relato sobre su providencial llegada al Gobierno, sin la cual probablemente se hubiera acabado el mundo. A Sánchez le pirran los relatos. Parece gobernar para construir uno, siempre renovado, siempre mentiroso, siempre triunfal. Incluso Sánchez ha copiado a Torres – como si Torres fuera una tesis doctoral – incluyendo entre sus hazañas derrotar a un volcán. A Torres no le molesta, obviamente.
c) Un objetivo estratégico: conseguir descabalgar al PP del Gobierno autonómico. Como es lógico Coalición Canaria no está por la labor. Pero la cosa empieza por el ayuntamiento de La Laguna y pretende terminar en la calle Teobaldo Power. Algún corifeo socialista – con vara de mando – les contó a los coalicioneros, en las negociaciones para apoyar la investidura que si allá, en las ínsulas, el PP se ponía tonto, el PSOE estaba dispuesto a respaldar al Gobierno de Fernando Clavijo en solitario y después, ya se vería, compañeros y compañeras, con alguna participación en el mismo. Si llega ese momento quedaría muy feo, tal vez incluso algo humillante, que Torres siguiera en el Parlamento de Canarias.
d) Ningún líder de la oposición en el parlamento regional ha conseguido, después de una legislatura acaudillando la bancada roja, volver a ser presidente del Gobierno. La excepción fue Fernando Clavijo, pero Clavijo estaba en el Senado, no en la Cámara canaria. Perder una y otra vez torneos parlamentarios desgasta mucho. Y por último: Torres, en Madrid desde el lunes al sábado, tendrá problemas para dirigir al PSOE, y no dispone de un segundo definido y de plena confianza. Después de jurar su cargo empezará su despedida de la secretaria general del PSOE.