Retiro lo escrito

Curbelo: no

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Ayer ocurrió algo inusual en el pleno del Parlamento de Canarias, casi medio año después de celebrarse las últimas elecciones autonómicas y locales: el PSOE se metió con Casimiro Curbelo y su artefacto político, la Agrupación Socialista Gomera. Fue algo tan asombroso que se le pasó por alto a casi todo el mundo. Desde su llegada a la Cámara sobre su cabalgadura partidaria la deferencia hacia Curbelo ha sido de estricta observancia. La ASG fue una escisión del PSOE materializada a principios de 2015, aunque había sido inscrita como partido antes. Pocos meses más tarde era el PSOE gomero el que parecía una escisión de ASG. Casimiro Curbelo demostró que el control político-electoral de La Gomera era cosa tua. Él era la marca, no el PSOE. Arrasó en las elecciones locales de 2015 en La Gomera y obtuvo tres diputados en el Parlamento de Canarias. Aunque los socialistas se esperaban algo así, quedaron noqueados. Coalición pactó con el PSOE, con Fernando Clavijo como presidente y Patricia Hernández como vicepresidenta, pero Curbelo prestó sus diputados para fortalecer la nueva mayoría. Los socialistas más lúcidos (incluso algunos de los más tontos) sabían, no obstante, que a quien respaldaba realmente el líder gomero era a Clavijo. Quedó demostrado año y medio después, cuando el Gobierno terminó por romperse, Clavijo gobernó en solitario, pero con el apoyo –cargado de putaditas – del PP y el respaldo – más firme y decidido – de las ASG.

En 2019 Curbelo esperó «todo lo humanamente posible» a que Clavijo solucionara sus cuitas con el PP y Ciudadanos para cerrar una apretadísima, agónica mayoría parlamentaria, y continuar así en el Ejecutivo. No lo consiguió y, de repente, Curbelo se mostró entusiasmado en firmar un pacto para un Gobierno progresista con el PSOE, Nueva Canarias y nada menos que Podemos. Risas y palmadas, fiestas y abrazos, agua de arroz y flores. Entre cosas más importantes, el pacto significó un pequeño exorcismo de Curbelo. «Pero si tú eres de los nuestros», llegó a decirle el fallecido Jerónimo Saavedra, como una caricia al hijo pródigo. El precio, para el PSOE, era tolerar la hegemonía vitalicia de Curbelo y sus alcaldes y concejales en La Gomera. Un precio que obviamente Ángel Víctor Torres estuvo dispuesto a pagar, marginando incluso a las figuras socialistas con mayor potencial en la isla.

Si esa cursilería algo pija que se llamó el pacto de la flores no se pudo reeditar no fue por culpa de Casimiro Curbelo, que a buen seguro hubiera apoyado, con sus tres escaños, la reedición del acuerdo. Tampoco esos tres diputados han sido indispensables para la segunda investidura de Fernando Clavijo. Pero Curbelo los ha puesto a disposición del presidente para –como ocurrió en 2015 –reforzar la mayoría y estabilizar la legislatura a cambio de varios compromisos, inversiones y cargos públicos. Y la percepción de los socialistas está comenzando a cambiar. El principal valedor de Curbelo, en la dirección psocialista, es el mismo Ángel Víctor Torres, que sigue siendo el secretario general, pero está ministerialmente lejos. Sebastián Franquis, el portavoz parlamentario, jamás ha soportado demasiado al compañero Casimiro. A Nira Fierro tampoco le parece precisamente un personaje irresistible. ¿Por qué seguir considerándolo un aliado, si no lo es? ¿Por qué hacerle la merced del silencio, si va a pasarse tres años y medio meciendo la cuna de un gobierno de derechas? ¿Por qué no aprovechar ese periodo para reactivar el PSOE en La Gomera? Tal vez esas preguntas estuvieran en el subsuelo de la intervención del diputado socialista Manuel Hernández Cerezo, que ayer criticó duramente los primeros presupuestos generales del Gobierno de Clavijo, y ascusó a AHI y a ASG de «convivados de piedra en el trámite presupuestario» e insinuó que las enmiendas que CC y el PP aceptaron a Vox «es un mensaje dirigido a usted, señor Curbelo, un mensaje que le dice que no es usted imprescindible para sostener a este Gobierno». Es cierto que CC, PP y AHI no necesitan de más votos para la mayoría absoluta. Pero también que la mirada de Curbelo era de un asombro reprimido, como si estuviera preguntándose qué carajo está pasando.

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