Artículos de broma

Cristiano, rico, niño y hortera

Cristiano Ronaldo, Georgina Rodríguez y algunos de sus hijos.

Cristiano Ronaldo, Georgina Rodríguez y algunos de sus hijos. / Reuters

Javier Cuervo

Javier Cuervo

El futbolista Cristiano Ronaldo ha demostrado a su mujer y al mundo que un reloj espantoso puede costar 100.000 euros, algo que espanta en sí mismo. Por si el precio da lugar a engaño, es un reloj de pulsera, doblemente para muñeca por dónde se pone y por la correa rosa. El reloj es un Casio, que se hace con un chip que vale unos céntimos y los 100.000 euros son de piedras preciosas. No es tanto un reloj de pulsera como una pulsera reloj, un mecanismo para ver la hora como una joya para ver los brillos. Más que a la cronometría sirve a la paradoja: algo muy feo hecho con piedras preciosas.

Conseguir un horror así, una joya juguete, exige mucho mal gusto. El gusto es algo que se educa. Los niños, que por naturaleza vienen sin educar, son muy ricos, pero muy horteras. Les gusta lo aparatoso, brillante y chillón hasta que se les educa. Cristiano Ronaldo, que desde niño jugaba al fútbol excepcionalmente bien y mantiene sus modales pueriles, le regala una pulsera de reloj de gusto infantil a Georgina cuando cumple 30 años. Son ricos y horteras, pero no son niños, aunque ella, al ser influencer, vive de algo tan infantil como reclamar la atención con un «mira lo que tengo», «mira lo que hago» y poniéndose encima todo lo que encuentra. Sabemos de esa pulsera atroz porque colgó su foto en las redes sociales desde las que llama la atención.

El mundo se ha vuelto infantil y eso es consecuencia del consumismo que ha logrado llegar a moverlo con la palanca de la irracionalidad apoyada en el egocentrismo, dos deficiencias tan propias de la infancia como el capricho y al gusto sin educar. Ya lo recomendaba la publicidad rancia hace sesenta años -«señora, dígale que sí a su niño»- cuando educar era mayoritariamente negar porque no se podía, no se debía, no hacía falta, no lo valía, no estaba bien. Eso ha desaparecido y el consumismo ha infantilizado a los niños y a los padres, a los políticos y a los votantes, los discursos y los problemas, los relojes y las pulseras, las joyas y el gusto y a los héroes y a las heroínas.