Opinión | Retiro lo escrito
Turismo y empobrecimiento
Como en los últimos treinta y cinco años la Consejería de Turismo no parece trabajar para el sector, sino para una parte del mismo llamado empresariado

Archivo - Avión despegando de un aeropuerto de Canarias / CEDIDO POR TURISMO DE CANARIAS - Archivo
Una economía que tiene su principal motor en el turismo y los servicios anejos creará trabajo, pero no generará buenos sueldos. Es una economía casi condenada a no aportar valor agregado (y cabe recordar que el producto interior bruto de un país, una región o una ciudad es la suma de los valores agregados de todas las actividades económicas). Es una economía, asimismo, relativamente poco permeable a la innovación organizacional y, más concretamente, tecnológica, aunque se cacaree lo indecible sobre la digitalización de servicios y productos. Pero está feo decir todo eso.
Está feo incluso querer poner un límite al alocado número de visitantes anuales que disfrutan de su asueto en Canarias. ¿Quince millones? ¿Dieciséis? ¿Diecisiete? Nada es suficiente y cada aumento es coreado por un riquirraca de políticos y empresarios y muchos, muchos periodistas, como si bastara el crecimiento del volumen como prueba de la salud de una actividad empresarial tan compleja. Para los canarios las diferencias de ocupación entre recibir a diez millones de turistas anuales o recibir a quince puede estar en ocho o nueve puntos de reducción del desempleo. Pero a efectos de su renta per cápita no es lo mismo.
En PIB per cápita estamos retrocediendo después del estirón de la salida de la crisis pandémica. Ahora, más o menos, estamos como en 2019: 21.300 euros. Y si se retrocede en la series histórica se encuentra uno con la asombrosa cifra de 2007 –último año antes de la cataclismática crisis financiera que arrancó en 2008 – en la que se arañaron los 21.050 euros en el PIB per cápita-. En la práctica eso significa quince de empobrecimiento continuo para la mayoría social. Repito: quince años. Y las crisis de 2008-2013 y de 2020-2022 no bastan para explicarlo. Numerosas regiones de la Unión Europea muestran mejores índices de riqueza, prosperidad y reparto de la renta.
Una explicación parcial, pero importante, es la entrada de migrantes, no desde luego desde África, sino desde Europa y Latinoamérica. Migrantes que entran tranquilamente en puertos y aeropuertos y que con o sin permiso – los ciudadanos de la UE no lo necesitan – terminan domiciliándose aquí, trabajando precisamente en la hostelería y en las innumerables actividades del sector servicios: bares, restaurantes, peluquerías, tiendas de ultramarinos y pequeño comercio en general. Suelen admitir (al menos en sus primeros años) los bajos sueldos y unas condiciones laborales insuficientes, cuando no obviamente ilegales, trabajando diez o doce horas por un discretísimo trabajo a cambio de seis o siete o sin contrato, como cualquiera con dos ojos en la cara puede ser en un enjambre de tiendas y establecimiento de todo tipo de Costa Adeje., por ejemplo. Y el durísimo sacrificio de los migrantes mantiene o contribuye fuertemente a mantener los salarios bajos.
Profesionales que no son precisamente enemigos del sector turístico, como Eulogio Bordas, ha denunciado las patologías del sector español: la gentrificación que promueve, los cada vez más disparatados costes de promoción y el anacronismo marketinero, la entrada de grandes fondos de inversión en el negocio hotelero con la salida de beneficios de España, la falta de inversión en rehabilitación de los entornos urbanos, los salarios bajos del personal directivo en los centros hoteleros, salvo en los más exclusivos, la tendencia a racanear en invertir en renovación tecnológica o en las mejora de las condiciones de los empleados más allá del salario básico interprofesional. Pero Bordas.
Sobre todo, echa de menos visión, estrategia y gobernanza en la industria turística española. Y si uno no termina de convencerse de la Consejería de Turismo que dirige con tanto dinamismo y ganas Jessica de León es que no tiene demasiado claro la estrategia y la gobernanza del sector. Como en los últimos treinta y cinco años la Consejería de Turismo no parece trabajar para el sector, sino para una parte del mismo llamado empresariado. ¿Para qué asumir los altos costes del turismo de masas si no paramos de empobrecernos?.
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